Con más de dos millones de habitantes, París es una de las capitales más pobladas del antiguo continente. Por sus bulliciosas e inacabables avenidas han pasado verdaderos hitos históricos, como cuando las tropas aliadas desfilaron por los Campos Elíseos tras la liberación de París en la Segunda Guerra Mundial, pero la ciudad de la luz también esconde pequeños rincones menos turísticos pero igual de históricos.
“París… es un mundo destinado solo para el caminante, ya que solo el ritmo del paseo puede captar todos los detalles ricos, aunque silenciados”, escribía Edmund White.
Los emblemáticos pasajes cubiertos de París suelen pasar desapercibidos para muchos, pero por sus suelos de mosaicos y sus techos con molduras y frescos han caminado reyes, intelectuales y grandes artistas, y pasear a través de estas vías es como un viaje en el tiempo. En el siglo XIX, París llegó a tener más de 150 de estos pequeños callejones cubiertos, distribuídos por el centro de la capital, y en su mayoría, encadenados unos tras otros para que los parisinos pudieran pasear sin mojarse durante los días de lluvia.
Actualmente, tan solo quedan una veintena de ellos, pero estos pequeños oasis históricos se han convertido en monumentos protegidos por el Ayuntamiento de la ciudad.
Oasis urbanos en medio del caos
La construcción de los pasajes de París comenzó a finales del siglo XVIII, cuando aún no se había llevado a cabo el megaproyecto arquitectónico de Haussmann y no existían las grandes avenidas, más bien, París se reducía a pequeñas y estrechas calles sucias con adoquines, que dificultaban su paseo. De ahí, que los pasajes fueran lugares de resguardo para poder caminar tranquilamente, tomar un café o ir de tiendas, lejos del barro, la lluvia y la suciedad.
El primer pasaje conocido, el Passage des Panoramas, se abrió en 1799. Para su diseño se inspiraron en las galerías comerciales de Italia, y se construyeron con todo lujo de detalles, en su mayoría con frescos en los techos o en algunos casos impresionantes techos de cristal, paredes de mármol y marquesinas de madera importada de Cuba.
Entre 1820 y 1840 fueron los años en los que más pasajes se construyeron, entre los que se encuentran los más conocidos Passage Jouffroy, las famosas Galerie Vivienne, el Passage Verdeau o, el passage de Grand Cerf .
Lamentablemente, el auge de estas vías cubiertas no duró mucho. A finales del siglo XIX y con la llegada del plan urbanístico de Haussmann, la arquitectura de París cambió por completo y con ello, las costumbres de los parisinos. La llegada de los bulevares y los grandes almacenes dejaron en un segundo plano a los pasajes, haciendo que muchos de ellos quedarán abandonados y con el tiempo desaparecieran.
Con los años han vuelto a adquirir popularidad y se han convertido en todo un atractivo turístico. Pasajes como, Panoramas o Galerie Vivienne son a día de hoy uno de los puntos más visitados de la ciudad de París, y como no, más “instagrameados”, ofreciendo una inmersión en el París del siglo XIX. Ahora ya no hay tiendas de sombreros, ni un lugar para comprar galletas de mantequilla para tomar durante el café, pero sí que hay restaurantes de obligatoria parada, como el Club Cochon en Passage Panoramas o el famoso y mítico Bistrot Vivienne, a las puertas de Galerie Vivienne.
Si eres de los libros poco comunes o de recuerdos originales, el Passage Joufrroy es tu lugar. Allí podrás comprar libros de segunda mano y sentarte a tomar un té en el mítico café parisino, Valentín.
Aunque, si tuviera que escoger alguno de los casi 30 pasajes que aún resisten, sin duda sería la galería Vero-Dodat, en la rue Jean Jacques Rousseau.
Dos charcuteros con una misma visión
La galería Véro-Dodat fue inaugurada en 1826 por dos charcuteros; Benoit Véro y Dodat, quienes tras varios negocios de éxito decidieron construir esta galería en este estratégico lugar, ofreciendo el camino más corto desde el mercado de Les Halles hasta el Palacio Real y sus jardines.
A pesar de vivir durante unos años casi en el abandono que amenazaron su existencia, la galería pudo resurgir, gracias a la inversión de anticuarios en los años 1970, evitando así su destrucción. Hoy en día figura en el Inventario Suplementario de Monumentos Históricos, y conserva su tradicional café de l’Époque, u otro menos tradicional, como el restaurante de cocina contemporánea, Le Vero-Dodat.
Aires viejos con aires renovados, tras la llegada a del ‘atelier’ Christian Louboutin a la galeria, año tras año, durante la Semana de la Moda de París puedes encontrar un sinfín de ‘celebrities’, ‘influencers’ y distintas personalidades que disfrutan de las últimas tendencias en uno de los lugares más históricos de la ciudad de la luz.
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