La nueva y millonaria inversión en el parque de Isabel la Católica, ahora para paliar las fugas de agua que presenta el canal del Molín, que lastra la aportación de agua a las lagunas, provocando problemas de «salubridad», según desveló el propio gobierno local esta semana, deja claro que desde el Ayuntamiento se está encima de las necesidades del parque, punto de encuentro de miles de gijoneses y uno de los símbolos de la ciudad. Pero también arroja una incógnita. ¿Este problema no se sabía antes de que se acometiera el dragado y limpieza de las dos lagunas? ¿Se dieron cuenta al ver aflorar las algas? A falta de explicaciones concretas, cuanto menos, parece que se trata de una licitación que, por olvido o por omisión voluntaria, resultó negligente.
Ya desde el pasado mandato, después de que en estas mismas páginas se denunciase con excelsos reportajes e informaciones lo descuidado (por no decir abandonado) que estaba el parque de Isabel la Católica, se comenzaron a sentar las bases para darle a este emblemático espacio un necesario lavado de cara. Se sustituyeron las barandillas de madera (visiblemente afectadas por la podredumbre); en 2021 se invirtieron 180.000 euros para realizar mejoras en el almacén, el lazareto, la pajarera, el palomar, la pérgola y el complejo de oficinas y vestuarios. Y luego se destinaron también 416.905 euros a juegos de agua para la renovación de las zonas infantiles (con nuevas atracciones para los más pequeños). Fue una actuación municipal transversal, en la que se vieron implicadas distintas concejalías del gobierno local que entonces lideraba la socialista Ana González. Incluso, desde la Fundación Municipal de Cultura se encargaron estudios estructurales de la amplia colección de estatuas y esculturas que se ubican por los recovecos del parque, con la propia escultura de Isabel la Católica, las «Driadas» o la estatua de Romualdo Alvargonzález como las más afectadas por el vandalismo y el paso del tiempo. Un plan de limpieza que poco a poco se está llevando a cabo, toda vez que se descartaron riesgos estructurales. Para cada una de esas joyas del urbanismo local está previsto el tratamiento correspondiente.
La gran transformación llegó al tiempo, con el dragado y limpieza de los estanques. El primero en cuarenta años. Primero, el pequeño, la laguna del este, con 2.502 metros cuadrados, y después la del oeste, con 10.630 metros cuadrados. Una gran obra que pronto cumplirá un año desde su culminación y que obligó al traslado momentáneo de las aves. Todo parecía niquelado, pero con el paso del tiempo empezaron a aparecer algas y los problemas de salubridad. Por no hablar de quienes abandonan a sus tortugas domésticas (como desveló esta semana LA NUEVA ESPAÑA) que impactan negativamente en el ecosistema. Y ahora, para paliar ese estancamiento del agua se habla ya de otra inversión de 1,6 millones de euros. Siempre en el mejor de los casos, claro. Resulta evidente, y para evitar más sorpresas como esta última, que es necesario tener un diagnóstico claro de las necesidades para no volver a empezar la casa por el tejado.