Narendra Modi ha tomado posesión esta semana (y van tres) como primer ministro de la India, la mayor democracia del mundo, tras unas elecciones que han durado dos meses para permitir votar a 970 millones de personas (finalmente ‘sólo’ lo han hecho 640 millones) que debían elegir entre 2.400 partidos en más de un millón de colegios electorales (a algunos las urnas llegaron a lomos de elefantes). Son cifras que marean. Modi es un nacionalista de casta baja y de innegable carisma que quiere llevar a su país a ocupar el lugar que cree que merece en el mundo por su historia, población y economía. Al igual que Xi y Putin, piensa que la India es un Estado-Civilización y que eso le coloca por encima de los demás países. Peligroso.
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