Las fotografías de la reina Letizia Ortiz sin tacones y con deportivas han dado la vuelta al mundo. Algunas con críticas porque una reina «se debe a un protocolo». Otras, muchas, con aplausos por romper con una imagen obligatoria. En este tiempo son muchas las mujeres, algunas muy cercanas, que desafían esas imposiciones estéticas de la llamada industria de la belleza o de la moda.
Son varios los vídeos de mujeres influyentes a las que cuestionan por estas decisiones esperando una imagen de ellas. Como la actriz Andie MacDowell reivindicando sus canas pero también que le dejen de preguntar, porque a los actores nadie les pregunta por ellas en las entrevistas. También he visto a mujeres y amigas sometiéndose a retiradas de prótesis mamarias. A actrices que no quieren botox en sus rostros porque les resta expresividad en sus interpretaciones.
Me encanta ver a todas. A la reina Letizia Ortiz sin tacones, a amigas aceptando su pecho, a Ana Belén defendiendo que es sano mirarse al espejo cada día y contemplar los cambios de nuestro físico. En fin, a aceptarnos nosotras y no tener, en cambio, que aceptar siempre las normas de lo que no somos. Y lo peor es que siempre pesa sobre nosotras el qué dirán.
Esto puede parecer superficial pero es más profundo. Hay una industria detrás que tiembla un poco ante cada una de estas decisiones y declaraciones. Porque muchas empresas han vivido de crear inseguridades estéticas. En los años noventa, Naomi Wolf recuperó este asunto en El mito de la belleza. Explicaba cómo ante la llegada de la mujer a los espacios públicos de educación y trabajo, el patriarcado reaccionó creando unos cánones estéticos para que ellas fueran validadas. Una meta que, en no pocas ocasiones, ha generado frustraciones, obsesiones físicas o miedo a envejecer. Por no quitar peso la rivalidad física entre nosotras. Y al machismo ya sabemos que le encanta dividirnos.
«El mito de la belleza genera una caída en el amor propio de las mujeres y elevadas ganancias para las empresas», resumía Wolf. Y no había mejor explicación. Porque en el bombardeo publicitario hemos estado a diario sometidas a mensajes que nos han dicho que no éramos suficientes. Yo recuerdo vivir mi adolescencia con el terror de ver la anorexia en amigas y vecinas. Un estudio señalaba hace unos años que el 76% de las mujeres jóvenes españolas de entre 12 y 25 años dejaba de hacer deporte. Para estudiar más y por un mayor sentido del ridículo, por la mayor presión que hay sobre nuestros cuerpos. Son cuestiones clave sobre las que tenemos que luchar porque nuestra salud está en juego.
De todas estas mujeres que revolucionan a través de la moda y sus cuerpos hay una que son mis preferidas. Las señoras mayores con sus pantalones, sus deportivas y sus canas. Me han allanado el camino para ser como ellas. Me están enseñando a envejecer sin traumas. Y cada día dan ejemplo para aprender la lección de que la libertad de la mujer está en sus derechos, no en la imagen que esperan de nosotras.
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