Adivina adivinanza: ¿qué espectáculo empieza por «F» y hace que la gente salte, baile, cante y haga palmas? Es algo que hace que salgamos de casa, que llenemos los bares y restaurantes y que, sin apuro ni arrogancia pero con orgullo, digamos: «Esto es mío».
-«El fútbol».
Error, pero casi. Ya hemos tenido una ración de fútbol este sábado, y las que nos quedan. Balompié hay todos los días, de gratis o de pago, de lunes a domingo y vuelta a empezar. Millones lo ven. Eso no es mío, sino de casi todos. Es vulgar. Lo que no hay a diario, ni casi nunca, es una noche como la que ha vivido Córdoba este sábado. Venga, te doy otra oportunidad.
-«El flamenco».
Eso sí, caballero, amigo. El flamenco ha llenado la noche de Córdoba gracias a la Noche Blanca. «¡Al alba!», cantaban unas parejas de novios camino del primer concierto de José Mercé en la plaza de Las Tendillas. La canción no es suya -del jerezano-, sino del añorado Eduardo Aute, pero ¿qué más da? A veces un artista hace suyo lo ajeno, y lo mejora o lo iguala. Lo importante aquí es el mensaje: en Córdoba estarás hasta el amanecer escuchando flamenco, si te gusta. Hasta el alba.
Las Tendillas
A las nueve de la noche las sillas de Las Tendillas, disculpen la cacofonía, ya estaban ocupadas, salvo las reservadas en primera fila para los prebostes. Faltaba hora y media para el arranque de la Noche Blanca -y hay que señalar aquí que los conciertos empiezan con puntualidad británica-, pero ya estaba llena la plaza. En primera línea no se escucha bien un espectáculo flamenco, pero te ven mejor. Pues eso.
«Que ya ha empezado a cantar», decían unas jóvenes mientras aligeraban el paso subiendo Claudio Marcelo. Otros, los menos, bajaban camino de la Corredera. «Allí se está bien ahora, hasta que llegue el follón», decía Javier, un chico de unos 20 años al que esperaban sus amigos en la plaza. ¿Y Mercé? «Lo escucho desde aquí».
¿José Mercé?
«Ya vamos tarde». «Allí no se cabe». Esas eran las frases, resumidas, que decía un matrimonio venido de Lucena mientras apuraban su cena -a base de tapas- en un local de Claudio Marcelo. Otros no sabían de qué iba la carrera: «¿Es un cantante famoso?», preguntaban una española y una francesa. José Mercé es bastante famoso, sí.
Una hora antes, un piano de cola solitario suspiraba en la plaza de San Agustín. Es un instrumento complejo, se desafina con mirarlo. No era un Casio. En Santa Marina, unos jóvenes afinaban voces para emular a Bambino, Chiquetete y Manzanita, genios que ya no pacen con nosotros y que, en su humildad, se pusieron un nombre artístico diminutivo. Ya no se dan contra una maldita pared, ni mandan cartas a un extraño, ni les duele la cobardía. Genios.