Dos guerras sacuden el equilibrio de Europa en Gaza y Ucrania, y muchas otras se recrudecen fuera de los focos. La resolución de estos conflictos está probablemente en manos de la próxima generación, la que aún no conocemos. Según la ONU, cuando las mujeres lideran los procesos de paz, las negociaciones prosperan más a menudo. Miriam Vilaplana (Sabadell, 1995) empieza en agosto su máster en Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York, María Uceda (Madrid, 2000) ya está cursando un máster en Asuntos Europeos en la Sciences Po de París, y Anna Prats (Barcelona, 2002) está en China en su primer año del doble máster en Asuntos Internacionales ofrecido entre la Universidad de Pekín y la London School of Economics. Las tres lo hacen con la beca de excelencia de la Fundación «la Caixa» para estudios de posgrado en el extranjero, y hablan con El Periódico de Catalunya, del mismo grupo editorial de este diario, el mismo día que reciben la beca de manos del rey Felipe VI.
Qué le falta a la diplomacia española
«A España le hace falta una política exterior de Estado«, dice María Uceda, tras mucho matizar sobre cómo ella misma continúa su formación y sigue matizando sus propia visión del mundo. Francia o Alemania tienen unas prioridades geopolíticas consensuadas, mientras nuestro país da un volantazo con cada cambio de gobierno. «La oposición rechaza frontalmente todas las decisiones que toma el Gobierno», explica, y pone como ejemplo el Sáhara o Palestina. «Y creo que esto también es uno de los principales límites de nuestra falta de liderazgo en Europa», añade ante el asentimiento de las otras dos becadas.
Apenas aterrizada de Pekín, Anna Prats, reconoce esta falta de consenso. «La UE tiene la oportunidad de tener voz propia con China, mediar y también poner sus propias líneas rojas», dice en alusión a que Europa se emancipe del antagonismo que Estados Unidos mantiene con el gigante asiático. «Necesitamos más diplomacia con China para entenderla mejor» en esta era post-Trump, a falta de conocer si el expresidente será reelegido.
Por su parte, Miriam Vilaplana, trabajadora social especializada en desarrollo internacional, pide «programas más humanos y más locales». Su experiencia va desde la respuesta de emergencia durante el covid-19 en su Sabadell natal, a la explotación infantil en la Amazonía peruana y los campos de refugiados de Oriente Medio. «Nadie piensa en la pobreza menstrual en un campo de refugiados donde más de la mitad de personas sangran una vez al mes», enfatiza Vilaplana, que lo atribuye al desequilibrio de género entre una mayoría de mujeres trabajando sobre el terreno (alrededor del 70%) frente a puestos directivos dominados por hombres. En cambio, las excepciones son casos de éxito. Vilaplana trabajó en un proyecto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) donde las mujeres refugiadas autogestionaban el día a día del campo de refugiados simplemente con las herramientas y el acompañamiento de los cooperantes.
Presencia femenina
Según la ONU, cuando las mujeres ocupan cargos de poder, cuestiones que habitualmente quedan en segundo plano, como la eliminación de la violencia, los servicios de cuidado infantil y la atención de la salud, reciben mayor atención, y se observan menores niveles de corrupción gubernamental y aumenta la probabilidad de colaboración entre los partidos políticos. «Faltan mujeres en las relaciones internacionales«, defiende Anna Prats, que observa un predominio casi absoluto de los hombres en la política china y esperaría que en Europa se tomara más en serio la paridad.
María Uceda recuerda que en la Carta de las Naciones Unidas, el documento fundacional de la ONU, de las 160 personas firmantes, sólo cuatro fueron mujeres. La posición de partida tras las grandes guerras no era halagüeña y si bien secunda que la entrada la mujer está aportando formas innovadoras de hacer, Uceda alerta contra «el estereotipo de ‘la mujer es buena, la mujer es bonita, la mujer ayuda'» y argumenta que su exclusión era pura y llanamente discriminatoria y que se tiene que acabar sin necesidad de justificar el valor añadido de las cualidades femeninas.
Barreras de acceso a la diplomacia
Con todo, las jóvenes alertan de las barreras para obtener el título de «diplomáticas», una profesión en la que proliferan perfiles que provienen de familias con altos ingresos. El temario de las oposiciones diplomáticas incluye más de 200 temas que el candidato debe saber recitar de memoria, por lo que los aspirantes estudian, de media, unos cuatro años de dedicación exclusiva.
«Son brechas de acceso económico» que afectan a la diversidad y perpetúan los sesgos en las posiciones de poder, argumenta Prats. Sus compañeras están de acuerdo. «Creo que las personas que lo hacen son muy valientes, pero también son privilegiadas», añade Ucedo, que ha optado por hacer carrera en las instituciones europeas, con procesos de selección «más actualizados y transparentes». Y las tres reiteran que por eso becas como la de posgrado de La Caixa son tan importantes. «Es una oportunidad única. Jamás habría podido acceder a estos estudios si no hubieran apostado por mí», concluye Vilaplana.