Pasa con este personaje como con los orígenes de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) o los del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de cuya fundación por cierto se cumplen ahora los 85 años: la historiografía laicista oculta el fuerte componente católico que los puso en marcha, sea por inspiración sea por los científicos que lo echaron a andar. El objetivo es claro: sostener el discurso ideológico de que ciencia y fe son incompatibles en la Iglesia Católica en la España contemporánea, algo carente de base científica también en el caso de Volta.
Precisamente el CSIC recoge una breve biografía sobre el italiano Alessandro Volta (1745-1827) en la que no se menciona su condición de católico ferviente. Se dice que recibió una educación básica y media de características humanista, y que al llegar a la enseñanza superior optó por una formación científica. En el año 1774, fue nombrado profesor de física de la Escuela Real de Como, su ciudad natal en Italia. Justamente, un año después Volta realizó su primer invento: un aparato relacionado con la electricidad. Con dos discos metálicos, separados por un conductor húmedo, pero unidos con un circuito exterior logró, por primera vez, producir corriente eléctrica continua, inventó el electróforo perpetuo, un dispositivo que una vez que se encuentra cargado puede transferir electricidad a otros objetos. Entre los años 1776 y 1778 se dedicó a la química, descubrió y aísló el gas de metano. Un año más tarde, en 1779, fue nombrado profesor titular de la cátedra de física experimental en la Universidad de Pavia.
Volta era amigo de Luigi Galvani y, cuando éste descubrió en 1780, que el contacto con dos metales diferentes con el músculo de una rana producía electricidad, también empezó a hacer sus propios experimentos de electricidad-animal, pero llegó a otra conclusión en el año 1794: que no era necesario la participación de los músculos de los animales para producir corriente. Este hallazgo, le produjo al parecer muchos conflictos, no sólo con su amigo Galvani, sino con la mayoría de los físicos de la época que eran proclives a la idea de que la electricidad sólo se producía a través del contacto de dos metales diferentes con la musculatura de los animales. Sin embargo, cuando Volta logró construir la primera pila eléctrica, demostró que él se encontraba en lo cierto y había ganado la batalla frente a sus colegas. La pila de Volta, constó de treinta discos de metal separados por paños húmedos. Durante la primera parte del siglo XIX, eran construidas como fuentes proveedoras de corriente continua. Volta comunicó su descubrimiento de la pila a la Royal London Society, el 20 de marzo de 1800. La correspondiente carta fue leída en audiencia del 26 de junio del mismo año, y después de reproducciones del invento efectuadas por los miembros de la sociedad se le otorgó a Volta el correspondiente crédito.
En el año 1801, viajó a París aceptando una invitación de un soberbio Napoleón Bonaparte, enemigo declarado de la Iglesia Católica, para que expusiese las características de su invento en el Instituto Nacional de Ciencias de Francia. El propio Bonaparte participó con entusiasmo en las correspondientes sesiones y exposiciones y recomendó para Volta los máximos honores para él. El 2 de noviembre del mismo año, la comisión de científicos distinguidos por el Instituto Nacional de Ciencias para evaluar el invento de Volta, emitió el informe correspondiente aseverando su validez y recomendando para Volta la más alta distinción de la institución, la Medalla de Oro al Mérito Científico. Es más que probable que Napoleón ignorase el fervor católico de Volta, que tanto persiguiera a lo largo de su vida aunque terminase muriendo en el seno de la Iglesia
Volta fue objeto de amplio reconocimiento en toda Europa: En 1805, el emperador Napoleón Bonaparte le asignó una pensión anual y lo nombra Caballero de la Legión de Honor. En 1806 llega a ser Caballero de la Real Orden Italiana de la Corona de Hierro. En 1809, senador del Reino de Italia, y en 1810, conde del Reino de Italia. Tras la caída del régimen napoleónico y la consiguiente restauración austríaca, el Gobierno Imperial de Viena en 1815 le nombró director de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Padua. En 1819 Volta abandonó la vida pública y se retira a su ciudad natal. Después de una corta enfermedad, murió en Como el 5 de marzo 1827 a la edad de 82 años.
En esta breve biografía no se mencionan cosas muy importantes que podemos encontrar en otras fuentes. Precisamente en una de ellas completamos a continuación su biografia y su fervorosísima fe católica que en nada le impidió ser el genio que fue. Comenta el autor, Pablo J. Ginés que hasta los 7 años Volta habló con dificultades, pero que luego espabiló bastante estudiando con los jesuitas, interesándose mucho por la naturaleza y la física y dominando el francés a los 13 años. Precisamente en la formación del sabio italiano inventor de la electricidad intervinieron, como en tantos otros casos de sabios contemporáneos, dos tíos suyos clérigos y dos archidiáconos que le apadrinaron los estudios tras morir su padre. Baste decir sobre el ambiente católico en el que se crió que dos de sus hermanas se harían monjas, dos de sus hermanos serían sacerdotes en la catedral de Como y otro sería dominico. Cuenta Ginés que tantearon su posible vocación religiosa, pero parte de la familia presionó para alejarlo de los ambientes jesuitas y acercarlo a estudios de leyes, algo que finalmente Volta resolvió a su manera convirtiéndose en científico autodidacta, casándose muy tarde, con 49 años, y teniendo tres hijos en cuya familia se volcó como buen padre hasta su fallecimiento.
En cuanto a su fe, se reseña en la cita anterior que sus cartas queda clara su vida espiritual intensa: Misa cotidiana, confesión y comunión frecuente, rezo cotidiano del rosario, estudios bíblico-teológicos y apologéticos...Incluso siendo ya famoso dedicó tiempo como catequista para niños en la parroquia de San Donnino en Como. Uno de sus biógrafos, Cantù, lo describió así:
«Encariñado con su religión, no sólo por costumbre, sino por sus largas meditaciones, no descuidó la delicia de la oración y las formas exteriores del culto, tampoco cuando la moda impuso que cada hombre no vulgar debiera no nutrir o mostrar desprecio por lo que un tiempo era sagrado a los padres».
Un casi ateo como Silvio Pellico, preceptor de los hijos de los condes Porri, quedó impresionado por una charla sobre la fe que tuvo con Volta y sembró en él las semillas de la fe, que llevarían a su conversión años después, como contaría Pellico en una carta de 1815. Escribiendo a Ciceri, canónigo de Como, su ciudad natal, Volta señalaba:
Salió en vida al paso de quienes le señalaban como enemigo de la fe escribiendo:
No comprendo cómo alguien puede dudar de la sinceridad y constancia de mi adhesión a la religión que profeso, la religión romana, católica y apostólica en la que nací y crecí, y de la que siempre he hecho confesión, externa e internamente. He fallado, ciertamente, y con demasiada frecuencia, en la realización de esas buenas obras que son la marca de un cristiano católico, y he sido culpable de muchos pecados: pero por la misericordia especial de Dios nunca, que yo sepa, he vacilado en mi fe…. En esta fe reconozco un puro don de Dios, una gracia sobrenatural; pero no he descuidado los medios humanos que confirman la creencia y derriban las dudas que a veces surgen. Estudié atentamente los fundamentos y las bases de la religión, las obras de los apologistas y de los asaltantes, las razones en pro y en contra, y puedo decir que el resultado de tal estudio es revestir a la religión de tal grado de probabilidad, aun para la razón meramente natural, que todo espíritu no pervertido por el pecado y la pasión, todo espíritu naturalmente noble debe amarla y aceptarla. Que esta confesión que se me ha pedido y que de buen grado doy, escrita y suscrita de mi puño y letra, con autoridad para mostrarla a quien queráis, pues no me avergüenzo del Evangelio, produzca algún buen fruto!
En 1814 murió su hijo mediano, que tenía 18 años y parecía poder ser su heredero intelectual. Se hundía el mundo napoleónico. Fue abandonando el mundo público y sus honores, se centró en intensificar su unión con Dios, apartado en su granja de campo en Camnago desde 1819 y murió allí en 1827. Hoy se presenta un libro sobre él en la Residencia de Estudiantes del CSIC, precisamente este año del 85 aniversario de dicha institución, titulado ‘Alesandro Volta. El triunfo de la electricidad’ de Antonio Moreno González acto que se podrá seguir aquí a partir de las 19:00 .: Actividades :. En directo (edaddeplata.org) y en cuyo anuncio se señala que los logros de Volta supusieron un grandísimo beneficio para la Humanidad…¿se dirá algo de su fe católica o se ocultará una vez más como en el caso de Pasteur, Cajal y tantos otros? Uno de los comentaristas del acto será Sánchez Ron, que esta misma semana ha declarado su extrañeza sobre la existencia de científicos católicos, ¿le haría reflexionar este artículo si llegara a leerlo?