La Guardia Civil continúa sin poder tomar declaración a Pablo Muñiz, el hombre de 46 años que atacó y decapitó a su padre, de 73 años, a las puertas de la casa de un vecino en El Picón, en Ribera de Arriba, la noche del lunes. Ingresado bajo custodia policial desde el mediodía del martes, el parricida fue este miércoles incapaz de ofrecer un discurso coherente a los investigadores del crimen que le visitaron en su habitación del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) y que han tenido que renunciar a tomarle declaración formal.
Tratado médicamente desde su ingreso, enajenado y bajo los efectos de lo que todo indica que es un brote psicótico, Muñiz apenas repetía frases inconexas como «Viva España» y «os voy a matar a todos», según han podido saber LA NUEVA ESPAÑA y Caso Abierto, canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica. Unas expresiones que siguen la línea de su comportamiento en la glorieta de Soto de Ribera con la cabeza de su padre en la mano, cantando el «Cara al sol» y dando patadas a la cabeza como si fuera un balón de fútbol, según algunos testigos.
Mientras el asesino recupera la coherencia, los investigadores bucean en su historial familiar, médico y laboral. Uno de sus familiares apuntó a la Guardia Civil que Pablo Muñiz padece una enfermedad psiquiátrica y que no tomaba regularmente la medicación que necesitaba. Las pesquisas realizadas hasta ahora, que continúan, no han encontrado rastro suyo en la medicina pública asturiana; de forma que también se está buscando su posible paso por diferentes empresas de sanidad privada. Paralelamente está siendo sometido a pruebas médicas para valorar otras posibles patologías que hubiesen provocado que perdiera el juicio.
Muñiz ingresó por Urgencias la misma noche del lunes tras ser reducido por un buen número de agentes y pasar por el puesto de la Guardia Civil de Soto de Ribera. En Urgencias le practicaron los controles de drogas y alcohol. Descartados los tóxicos como causa de su enajenación, los médicos pusieron el foco en una posible enfermedad mental y empezaron a suministrarle fármacos indicados para estos casos.
Al mediodía del martes fue ingresado en Hospitalización bajo custodia policial, asignado al servicio de Psiquiatría, pero no en la unidad específica para pacientes psiquiátricos. La principal hipótesis que manejan los médicos es que sufre un trastorno esquizofrénico sin diagnosticar, acompañado por delirios. Se trataría de un caso infrecuente de un repentino ataque psicótico de gran gravedad, de los que hay algún precedente, pero no muchos.
Mientras tanto, quienes conocían al parricida no salen de su asombro por lo ocurrido la noche del lunes en la parroquia de Soto de Ribera. A la conmoción de los vecinos de Ribera de Arriba, se suma la de los habitantes de La Borbolla, la pequeña localidad de Grado, donde Pablo Muñiz vivía buena parte del año con su madre. «Estamos en shock, no damos crédito», comentaba este miércoles una vecina mientras paseaba a su perro en las inmediaciones de una de las residencias habituales del parricida. «Solía cruzarlo mucho paseando y era un chaval muy correcto», indica.
Una cabeza de oveja
Los lugareños sostienen que las estancias del hombre en Grado eran largas, de varios meses al año. Durante ese tiempo era visto con un rebaño de ovejas por los prados familiares. Aunque afirman que su comportamiento era «totalmente normal», todos coinciden en que «hace dos o tres años» hubo un singular suceso por el que acaparó todas las miradas. La aparición de una cabeza de oveja colgada de un árbol ubicado dentro de una de sus fincas fue interpretada por muchos como una excéntrica protesta. «Los de Obras Públicas talaron varios árboles de sus prados por unas obras en la carretera y, al parecer, quiso quejarse de esa manera», sostienen distintos vecinos de Grado consultados.
Más allá de este hecho, los habitantes de La Borbolla y los núcleos de viviendas cercanos a la villa de Grado que suelen pasear por la zona solo tienen buenas palabras hacia el parricida de 46 años. «Se veía que le encantaba el campo y la naturaleza. No se metía con nadie», señalan, subrayando que su madre es una mujer muy conocida en la zona.
La descripción dada por su entorno en el concejo moscón va en la misma línea que la de los testimonios de los riberanos. Todos visualizan a Pablo paseando solo, nunca con amigos ni parejas, solo rodeado de animales o realizando labores habituales del campo.