Este 11 de abril es el Día Mundial de la enfermedad de párkinson, el trastorno de movimiento más prevalente y la segunda enfermedad neurodegenerativa más común en el mundo, por detrás del alzhéimer. Se calcula que 10 millones de personas la padecen a nivel global pero, en 2050, el número podría doblarse debido a que es la dolencia neurológica que más aumenta en número de casos, mortalidad y discapacidad. En los últimos 20 años, la carga de enfermedad, es decir los años de discapacidad que provoca, han aumentado más de un 80% y los fallecimientos se han duplicado.
El incremento está provocado por el envejecimiento de la población de los países ricos, dado que la degeneración progresiva que provoca el párkinson en las neuronas que generan dopamina, un neurotransmisor responsable de trasladar información sobre el movimiento, entre otras funciones, se incrementa con la edad, que es el principal factor de riesgo.
El aumento de la incidencia se está produciendo especialmente a partir de los 60 años, pero hay estudios que también apuntan a un incremento en pacientes jóvenes
Pero eso no significa que todos los pacientes tengan edad avanzada. Entre un 10% y un 15% son diagnosticados con menos de 50 años y la edad media de diagnóstico suele estar entre los 55 y 65 años, es decir, son personas que ni siquiera han entrado en la etapa de la jubilación cuando sufren los primeros síntomas. Asimismo, hay casos en niños y adolescentes, muy poquitos, que tienen unas características propias y una evolución más lenta.
Pacientes jóvenes
El aumento de la incidencia se está produciendo especialmente a partir de los 60 años, pero hay estudios que también apuntan a un incremento en pacientes jóvenes, de entre 30 y 50 años, pero «estos datos deben tomarse con cautela y ver si son confirmados con más evidencia en el futuro», según el doctor Álvaro Sánchez Ferro, coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos del Movimiento de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
El hecho de que no siempre cause temblores, o no se manifiesten en primer lugar, provoca que el diagnóstico se retrase, de media, entre uno y tres años
El caso más conocido y paradigmático de párkinson es el del actor Michael J. Fox, que supo que sufría la enfermedad en lo más alto de su carrera, cuando apenas tenía 29 años. No obstante, el párkinson afecta a la calidad de vida, pero gracias a los tratamientos que reducen los síntomas muchas personas pueden hacer una vida prácticamente normal años después del diagnóstico. Pero con el tiempo la enfermedad es degenerativa y los pacientes empeoran o los fármacos dejan de tener efecto, dado que todavía no se ha conseguido una cura, frenar la enfermedad o conocer exactamente qué la provoca.
Se calcula que menos de un 10% de los casos están relacionados con los genes o formas hereditarias, que normalmente son las personas que tienen síntomas antes
Se calcula que menos de un 10% de los casos están relacionados con los genes o formas hereditarias, que normalmente son las personas que tienen síntomas antes. También la exposición a pesticidas, disolventes, la contaminación o mantener un estado de inactividad física, aislamiento social o no controlar adecuadamente el azúcar, la presión arterial o el colesterol pueden predisponer a desarrollar la enfermedad.
«Pero no se sabe con exactitud la causa, por eso todavía no podemos parar la enfermedad», explica Juan Pablo Romero, neurólogo del hospital Beata María Ana y coordinador del grupo de trastornos del movimiento de la Asociación Madrileña de Neurología (AMN).
La depresión y los temblores
En los últimos años, ha surgido evidencia que indica que personas con depresión, pérdida de olfato o movimientos involuntarios durante el sueño acaban desarrollando párkinson porque «la degeneración de la sustancia negra del cerebro comienza 20 años antes que aparezcan los primeros síntomas» que se asocian a la enfermedad, como los temblores o la rigidez muscular, pero eso no significa que todas las personas con estos trastornos padezcan, con el tiempo, la dolencia neurológica. «Si lográramos saber cuáles de ellos sí tendrán párkinson, quizá también podríamos frenar la enfermedad, pero de momento no lo sabemos», añade el doctor Romero.
No todos los afectados tienen problemas motores, como los característicos temblores o lentitud de movimientos, a veces comienza a manifestarse con dolor en las articulaciones o depresión
Y otra de las dificultades es que no todos los afectados tienen problemas motores, como los característicos temblores o lentitud de movimientos. A veces comienza a manifestarse con dolor en las articulaciones o depresión, que en el 30% de los casos es la primera manifestación. «Por eso hay que estar alerta cuando personas a partir de 60 años debutan con este síntoma sin haber tenido episodios previos», apunta el doctor Sánchez Ferro.
El hecho de que no siempre cause temblores, o no se manifiesten en primer lugar, provoca que el diagnóstico se retrase, de media, entre uno y tres años y que, según la Sociedad Española de Neurología (SEN), un tercio de los nuevos casos estén sin diagnosticar. La dilación está relacionada con que los síntomas difusos provocan que primero se consulte al médico de cabecera, el traumatólogo o el psicólogo antes de acudir al neurólogo, que es el especialista en párkinson.
En España hay alrededor de 160.000 afectados, el 2% de la población mayor de 65 años y el 4% de los mayores de 80 años
Aun así, según la SEN en España hay alrededor de 160.000 afectados, el 2% de la población mayor de 65 años y el 4% de los mayores de 80 años. Y como el principal factor de riesgo es la edad y la sociedad española estará cada vez más envejecida se calcula que el número de afectados en España crecerá a un ritmo superior al de otros países y se triplicará en los próximos 25 años.
La investigación
En este contexto, la ciencia se está volcando en encontrar una cura. Existen en torno a 500 ensayos en el mundo y uno de los más prometedores está relacionado con la lixisenatida, el mismo compuesto que está dando resultados contra la diabetes y la obesidad y se incluye en el famoso Ozempic, que también podría impactar en el cerebro y frenar el párkinson. También se está apostando por la inmunoterapia o la inteligencia artificial para mejorar el diagnóstico, conocer mejor la evolución de un paciente o avanzar en los tratamientos o cirugías.
Algunos de estos ensayos podrían dar resultados en cinco o diez años. «Hay que ser realistas y los ensayos no tienen plazos cortos pero sí soy optimista en que se pueda encontrar como frenar los síntomas que provoca la enfermedad», reflexiona el coordinador del Grupo de Trastornos del Movimiento de la SEN. «La cura está más lejana pero la detención quizá sí ocurra en los próximos cinco o diez años», apunta a su vez el doctor Romero.