Se nos ha muerto un amigo que, cuando quedábamos a comer, llegaba siempre el último y se marchaba el primero. Después de que se fuera, en la sobremesa, comentábamos esta característica suya con un punto de fastidio. No comprendíamos el porqué de aquella actitud por lo demás incorregible, pues nuestras insinuaciones e ironías caían en saco roto. La interpretación más común era que de ese modo se hacía el importante. Los reyes y los ministros suelen hacerse esperar y prolongan poco las conversaciones que acompañan al café y a las copas.