Ficha del festejo
Ganado: seis toros de Santiago Domecq, sueltos de carnes en general y de fina lámina, que conformaron un lote de notable bravura y calidad, a excepción del tercero, de escasa entrega, y del cuarto, que embistió rebrincado. Para el quinto, «Tabarro» de nombre, gran parte del público llegó a pedir el indulto.
José Garrido: estocada (oreja); pinchazo, estocada baja trasera y estocada caída (silencio tras aviso).
David de Miranda: estocada desprendida y descabello (ovación tras aviso); pinchazo y estocada (dos orejas tras aviso).
Leo Valadez: estocada chalequera y tres descabellos (silencio); pinchazo hondo y descabello (silencio).
Plaza: La Maestranza de Sevilla, en tercer festejo de abono de la feria de Abril, con un tercio del aforo cubierto (unos 3.000 espectadores), en tarde agradable con algunas rachas de viento.
La brava clase de hasta cuatro ejemplares de una fina corrida de Santiago Domecq puso este martes el espectáculo en el tercer festejo de la feria de Abril, incluso para propiciar en gran medida el corte de hasta tres orejas, dos de ellas para David de Miranda y una para José Garrido.
Si acaso, en lo único que no fue parejo el encierro gaditano fue en sus hechuras, porque, dentro de una fina lámina, los hubo tanto en la línea del encaste Núñez como en el de Domecq, y no solo en su apariencia sino también en su comportamiento, con buenas pero muy distintas embestidas.
Por ejemplo, los dos primeros estuvieron en «núñez» y, por tanto, sacaron clase y profundidad aunque sin regalarla, es decir, exigiendo cites comprometidos y una muleta que les tomara por delante y por abajo para marcarles el ritmo, mientras que los otros dos toros destacados, quinto y sexto, más hondos y aleonados, repitieron con incansable nobleza y entrega tras los engaños, se movieran como se movieran.
Una oreja para José Garrido
Al primero ya le cortó a una oreja José Garrido, que lo recibió a portagayola y se asentó pronto con la muleta en una faena que, a medida que el toro dejó de repetir, fue bajando de nivel. Solo que con unas peculiares mondeñinas de compás abierto como postre y una gran estocada el extremeño acabó amarrando el trofeo.
También respondió al estereotipo de Núñez el segundo, que comenzó a embestir con una excelsa clase y mucha transmisión a partir de que David de Miranda le abriera el tanteo de muleto con unos largos y mandones pases con una rodilla en tierra. Pero el torero de Huelva, que ya se había mostrado valiente en dos quites muy ajustados, no acabó de aprovechar tan notable condición.
Moviendo al toro a su aire, sin apenas mando en la muleta, más bien pasándolo que toreándolo, para ligarle la mayoría de los pases, De Miranda no apuró ni saboreó esa bravura de calidad que le puso en bandeja un triunfo que él se dejó ir, además, con su fallo con la espada.
Y es que la búsqueda de la máxima verticalidad en la figura en los embroques y de una pretendida «facilidad» en el trazo de los pases fueron en realidad la rémora de De Miranda para sacar todo el jugo tanto de ese gran ejemplar que hizo segundo como del quinto, que aún le superó en entrega y recorrido.
Con este otro, el torero de Trigueros se alargó en un trasteo que hizo vibrar a los poco poblados tendidos, aunque con muchos paisanos apoyándole, solo que la emoción la puso en la mayor proporción la incansable bravura de «Tabarro», que desbordaba su recorrido con la inercia de una entrega absoluta.
De Miranda se dejó llevar por las virtudes del toro
Entre altibajos, a veces más firme, otras desde la «comodidad» de la pala del pitón, y siempre con una vistosidad ligera y nada profunda, De Miranda se dejó llevar por las virtudes de un toro para el que, algo exageradamente, se llegó a pedir el indulto justo cuando, aburrido de tanto embestir, amagó rajarse hacia las tablas.
Y para no perder las orejas, tras un pinchazo, esta vez el matador se volcó en la estocada definitiva, de la que salió con la taleguilla rajada de tanto como se ajustó, para llevarse finalmente dos orejas concedidas con la generosidad que le faltó al presidente para premiar al de Santiago Domecq, con una merecida vuelta al ruedo en el arrastre.
El sexto fue otro de los toros notables, aunque, dulce y noble, con un punto menos de revoluciones en unas embestidas que Leo Valadez, correcto y templado, pero sin apostar como merecía la ocasión, no alcanzó tampoco a apurar.
Aunque se mostró variado en quites, como el de las zapopinas en que brilló con este sexto, el mexicano tuvo la opción que no le había brindado el anterior, al que también saludó en la puerta de chiqueros y que le acabó levantando los pies del suelo.
Porque ese tercero, sin humillar casi nunca, fue el único sin verdadera entrega de la corrida, mientras que el cuarto, tal vez dolido por un puyazo muy trasero al que se arrancó a larga distancia, se rebrincó sin el ritmo que, desde que lo toreó de capa, le fue dando Garrido para, con un notable oficio, hacerle ir a más y dejar ver el gran fondo de bravura que marcó toda la corrida, y que será difícil de ver de nuevo junto y en tanta cantidad en el resto de la feria.