25 de marzo de 2024. Llamada a la centralita del centro de salud de un barrio de San Sebastián. «¿Para qué centro quiere las citas?», responde al otro lado un operador de la centralita general de atención de citas. «Sí, es que en ese centro normalmente no cogen el teléfono, andan desbordados«. Pero quien responde resuelve. Aunque lo hace varias llamadas después de que la centralita comunique durante un buen rato. Así es el sistema de salud vasco, llamado Osakidetza, que por lo general resuelve, pero cada vez más lento. El problema es que el engranaje de esta maquinaria en la que trabajan casi 28.000 personas en toda Euskadi ya no parece perfecto. Las horas las daba antes a en punto, no un segundo antes, no un segundo después. O esa era al menos la percepción de los vascos, que hasta pasada la pandemia no habían mostrado su malestar con el servicio como ahora.