25 de marzo de 2024. Llamada a la centralita del centro de salud de un barrio de San Sebastián. «¿Para qué centro quiere las citas?», responde al otro lado un operador de la centralita general de atención de citas. «Sí, es que en ese centro normalmente no cogen el teléfono, andan desbordados«. Pero quien responde resuelve. Aunque lo hace varias llamadas después de que la centralita comunique durante un buen rato. Así es el sistema de salud vasco, llamado Osakidetza, que por lo general resuelve, pero cada vez más lento. El problema es que el engranaje de esta maquinaria en la que trabajan casi 28.000 personas en toda Euskadi ya no parece perfecto. Las horas las daba antes a en punto, no un segundo antes, no un segundo después. O esa era al menos la percepción de los vascos, que hasta pasada la pandemia no habían mostrado su malestar con el servicio como ahora.
Osakidetza no funciona peor que otras comunidades. Es lo que dice el PNV, que lleva prácticamente 40 años gestionándolo, en su programa electoral. Y no le falta razón, las costuras de todos los sistemas de salud autonómicos han saltado por los aires tras la pandemia, aunque el problema venía de lejos en todas ellas. Pero el CIS publicado unos días antes del inicio de campaña muestra lo que los candidatos ya habían detectado y plasmado en sus programas electorales: el sistema sanitario es el principal problema para los vascos, el primero con diferencia en la lista más de una treintena de cuestiones mencionadas, disparada en el 16% frente al siguiente tema, que es el paro y se sitúa en el 8,4%.
Mientras el PNV, gestor desde el Gobierno vasco, reconoce que hay que mejorar el problema, insiste por escrito en su programa electoral en que el punto de partida es bueno. El lehendakari saliente, Iñigo Urkullu, antes de disolver las cortes autonómicas, ya ponía el foco en que la falta de médicos es un problema global que no solo afecta a Euskadi y que eso desencadena los distintos problemas que tiene el sistema. En EH Bildu, más allá de las medidas concretas (una inyección de nuevas contrataciones y mejores sueldos) la atención en euskera es un asunto primordial a planificar en el medio plazo y para eso, también es necesario un incremento del presupuesto. Precisamente lo que el PP pide en sentido contrario, dejar de exigir que el euskera sea un asunto esencial al contratar sanitarios. A esto, como el resto, propone como solución un plan de choque para incorporar nuevos médicos, principalmente en Atención Primaria. Y el PSE, que se suma con propuestas similares, añade con especial énfasis un refuerzo de los equipos de atención para la salud mental y nuevos centros de atención continuada, entre otros.
Datos de listas de espera
El principal problema de Osakidetza, aun teniendo razón el PNV en que otros pueden estar peor, es que los datos muestran una diferencia exagerada entre los datos del año previo a la pandemia y el último disponible en el Ministerio de Sanidad, algo que en otras comunidades autónomas ocurre pero sin tanta diferencia. El golpe, por tanto, quizás se ha dejado notar más en una sociedad que se sentía orgullosa de su sistema de salud. Las listas de espera para consulta, por ejemplo, prácticamente se han doblado: de un acumulado de 36.628 en diciembre de 2019 a 69.532 a finales de 2022. Y algo similar ocurre con listas de espera quirúrgicas: de 6.814 en 2019 a 9.553 en 2022.
El tiempo medio de espera pasa en tres años de 29 a 44 en consulta y de 45 a 63 en temas quirúrgicos. Diez años antes, en 2012, el tiempo medio de espera de consultas no superaba los 30 días para los vascos. Para ponerlo en contexto y aunque la densidad de población puede ser distinta, en la Comunidad de Madrid el tiempo de espera es de 51 días en consulta y 61 en quirófano, mientras que en Cataluña es de 103 y 125 respectivamente, o de 80 y 124 en la vecina Cantabria.
Pero no son solo los datos que afectan al servicio, la reputación de la sanidad vasca no solo se ve perjudicada por el aumento de las listas de espera, sino porque los profesionales están quemados, no hay relevo generacional y faltan sanitarios en todo el sistema, especialmente en Atención Primaria, como ocurre en otras regiones, y el año pasado la imagen de Osakidetza se vio algo más dañada por un supuesto caso de fraude en la oferta público de empleo que venía precedida por otros desajustes similares.
Euskadi, con más de 4.800 millones dedicados a la sanidad, es una de las comunidades que mayor presupuesto por habitante dedica a este servicio público. La pelea entre si debe seguir siendo un servicio público o privatizar algunos aspectos se ha instalado en el debate electoral pero en el fondo ninguno de los principales partido apuesta por ahogar lo público en favor de lo privado. El PNV lo menciona expresamente en su programa electoral, en el que señala que la formación se niega a «aceptar el discurso interesado de la supuesta privatización de Osakidetza«. Lo califica de «mentira» y además defiende abiertamente que «un servicio no deja de ser público porque alguno de sus elementos complementarios (como los mantenimientos especializados de las instalaciones de alta tecnología, la limpieza, la seguridad…) se preste desde una empresa privada».
Las propuestas sobre sanidad se han ido repitiendo desde que comenzó la campaña, con iniciativas para cada provincia. Este lunes al PNV le tocó hacerlo en San Sebastián, donde su candidato Imanol Pradales repitió las medidas del plan de choque de su programa electoral, con promesas de nuevas infraestructuras, modernización de los equipamientos y una atención garantizada en 48 horas con el médico de familia. Pero sobre todo insistió en pedir un pacto por la sanidad, un acuerdo entre todos los partidos y colectivos del sector para un proyecto a largo plazo. Un guante que de momento ningún partido ha recogido.