Rick McGee y Karen Fritz son cazadores de sol. Hablan con pasión de la playa, cualquier playa, y ya están pensando en las buenas temperaturas que se anuncian en Virginia Beach. Pero eso será el martes. Este lunes amanecen en Rome, en el norte del estado de Nueva York, adonde han llegado desde Maryland tras pasar más de siete horas en la carretera. Y es que esta vez no se mueven buscando el sol, o no de la forma habitual. Esta vez son,
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El eclipse se verá en su totalidad en una franja de Texas a Maine a las 21.24 hora española
McGee y Fritz no han elegido mal. Rome, a los pies de la cordillera de los Adirondacks, está en el límite de la franja de la totalidad, esa banda de 185 kilómetros de ancho en la que, desde Texas hasta Maine, el eclipse solar total de este lunes que empieza en México y acaba en Canadá se vivirá en Estados Unidos en toda su intensidad. Y justo antes de que se metieran en la cama, las previsiones de nubosidad eran en los alrededores las mejores de todo Nueva York para ver el eclipse.
Eso ha convertido esta localidad de 30.000 habitantes en el condado de Oneida en un enjambre de visitantes, aunque solo la parte norte de la ciudad esté dentro de la franja de totalidad. No queda una habitación disponible en los hoteles. Incluso está a reventar uno que nadie pisaría guiándose por las críticas en internet o si escucha a locales como Keith, un antiguo operador del número de emergencias que sabe bien de la presencia habitual de personajes oscuros. Pero posiblemente los adictos al cristal meth no puedan pagar ahora el precio multiplicado por cuatro.
A Rome el eclipse le está trayendo más visitantes que su historia, esa que incluye el fuerte Stawix, construido en 1758; ser el lugar donde empezó la construcción del canal Erie que abrió el oeste americano o su papel, ahora ya oxidado, como uno de los epicentros de producción de cobre.
«Aquí no pasa nada, no hay mucho que hacer», explica Michelle Martinelli, mánager de un restaurante de cadena en esta ciudad donde la tasa de pobreza es del 17%. Y no es de extrañar que ahora esté contenta. El baile que van a hacer durante cerca de dos horas el sol y la luna, con un minuto y medio de ansiada «totalidad» a las 15.24 horas (21.24 horas en España), le está llenando el local. Y este lunes espera que más de uno se lance al cóctel preparado especialmente para la ocasión: una margarita bautizada Eclipse perfecto, que podría ser una margarita cualquiera si la presentara en cualquier otra ocasión. En una cervecería local, al menos, se han preparado una IPA negra apropiadamente bautizada «límite de la totalidad».
Andaba el domingo por Rome la gente buscando desesperadamente gafas con las que poder mirar el eclipse salvo cuando la Luna esté tapando plenamente el sol. Andaban también los cazadores de eclipse con el despertador puesto bien temprano para este lunes, porque el tráfico que se espera tanto de quienes han venido de lejos como de los locales de fuera de la franja de totalidad o que busquen el lugar con menos nubes se anticipa monumental. Y por eso las señales en las carreteras ya avisaban con antelación con una recomendación: «Lleguen pronto, quédense hasta tarde».
Es el plan en Sylvan Beach, a media hora (en condiciones normales) de Rome, donde van a abrir restaurantes que solo abren en temporada de verano y se han organizado actividades para niños y culturales, la tónica habitual en todas las poblaciones en la franja.
Es también el plan de McGee y Fritz, los cazadores de sol y ahora de eclipse. Porque ella ya vio uno hace años y quiere repetir. Y él, a sus 70 años y pensando que el siguiente no llega a EEUU hasta 2044, quiere «experimentarlo». «Diría que va a ser glorioso», vaticina. Le quedan unas horas para vivirlo.