«Me siento más reposado que cuanto llegué a la final de Copa con Osasuna hace 19 años. Tengo más elementos y herramientas que entonces y eso me hace sentirme más seguro». Esa fue la respuesta de Javier Aguirre el pasado viernes cuando, en la previa de la final, fue preguntado por qué había cambiado en él desde 2004, año en el que se quedó con la miel en los labios al ser su Osasuna derrotado en la final de Copa frente al Betis. Aunque seguramente consciente de que el Athletic era el favorito al triunfo, Aguirre llegó a La Cartuja convencido en las posibilidades de los suyos y quién sabe si también pensando que, en cierto modo, la Copa le debía una. Y lejos de saldar la deuda, ahora le debe dos.
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Campeón de diferentes torneos en México, tanto con la selección como con clubs, la carrera de Javier Aguirre bien merece que en su palmarés figurase algún título conquistado en España. Porque tras lo de Osasuna y su paso por un Atlético de Madrid no capacitado para luchar por lo que lucha en la actualidad, durante años se le encasilló como apagafuegos. A él acudieron el Zaragoza, el Espanyol, el Leganés e incluso el propio Mallorca viéndole como una buena opción para la amarga lucha por eludir el descenso. Pero cuando menos lo esperaba, el fútbol le brindó la posibilidad de ser campeón en España con el Mallorca y de nuevo, tal y como ya le pasó con Osasuna, se quedó a las puertas de conseguirlo. La Copa ya no le debe una a Javier Aguirre; le debe dos.
No obstante, no se sucedieron los acontecimientos durante el partido de forma muy diferente a como el mexicano hubiese querido. Avisó a un día de la final de que el Athletic tenía veneno en su parcela ofensiva. Afirmó sin tapujos que equivocarse ante los de Valverde tenía como resultado ser vacunado. Y logró que los suyos lo evitasen en todo momento. Porque incluso el gol de Sancet resultó inevitable teniendo en cuenta que el pase que se inventó Nico Williams para dejar a su compañero mano a mano con Greif no se puede evitar.
El ‘show’ previo a la tanda de penaltis
Javier Aguirre no olvidó su papel de liberador de tensión del grupo ni siquiera en el momento de máxima presión, justo antes de los lanzamientos de penalti. Lejos de mostrarse serio y compungido repitió lo que ya hizo ante la Real Sociedad en semifinales. Aplicó suspense a la hora de decir quiénes eran los encargados de lanzar los penaltis, pero haciendo bromas y generando buen rollo entre los jugadores. Esta vez no valió para ganar. Quién sabe si algún día la Copa, con doble deuda ya, salda las cuentas con el bueno de Javier Aguirre.