Pedro Mañas (Madrid, 1981) sufrió una infancia y una adolescencia complicadas. Sentía que no encajaba muy bien en un ambiente escolar asfixiante el que los chicos solo iban con chicos y el fútbol era una religión masculina. Lector voraz desde pequeño, el arte y la lectura se convirtieron en su “lugar seguro”. Con 26 años ganó un premio literario y tuvo claro su camino profesional: ser escritor.
Reconocido autor de literatura infantil (‘Frida McMoon’, ‘Princesas Dragón’ y ‘Anna Kadabra’), Mañas da ahora un paso a la novela juvenil con ‘Un lobo dentro’ (editorial Nube de Tinta), protagonizada por Jacob, un chaval víctima y acosador a la vez. Premiada por el gremio de los libreros de Madrid, la novela habla de ‘bullying’, transfobia, institutos de ambiente opresivo, víctimas que se convierten en verdugos, profesores sobrepasados, y familias incapaces de ayudar a sus hijos.
¿Cuánto hay de usted en ‘Un lobo dentro’?
Escribirlo ha sido una manera de rendir cuentas por el tipo de adolescente fui. No tanto por el acoso escolar, pero sí por el miedo que pasé en mi centro educativo. Miedo a no encajar y a ser señalado por ser diferente. Cuando sientes que eres distinto a los demás, te metes en una espiral de miedo y dolor.
Debió sufrir un ambiente muy opresivo.
Así lo percibí yo. Me sentía encerrado en una comunidad pequeña donde todo el mundo me conocía y me juzgaba. Con una edad, además, en la que es muy importante la pertenencia al grupo. Tengo sobrinos con una percepción muy distinta a la mía, se apañan perfectamente y tienen una estupenda sociabilización. Es fascinante responder a esta pregunta: ¿por qué a algunos niños les cuesta tanto y para otros están tan fácil?
La pertenencia al grupo es fundamental en la adolescencia, efectivamente.
El problema es cuando lo vives como un trabajo porque te cuesta mucho. De eso se aprovechan los acosadores, que ven quién es el eslabón más débil, quién está tratando de encajar y adaptarse e, incluso, cambiando su personalidad para encajar.
Teniendo en cuenta que son menores de edad, ¿le parece excesivo que, a la hora de hablar del ‘bullying’, los medios de comunicación usemos el término verdugo?
Entiendo esa palabra y la justifico en un plano simbólico. Los personajes de mi libro, y las personas en la vida real, no son verdugos para todo el mundo sino que se comportan como verdugos con determinada gente. Todos hemos sido el salvador y el héroe para alguien, pero también el villano y el monstruo de otro. Son roles que ejercemos. Usar la palabra verdugo para el acosador que está haciendo la vida imposible a un muchacho o una muchacha no es descabellado. Como menores de edad que son, los verdugos merecen también toda nuestra atención para que tengan posibilidades de salir de esa espiral en la que están metidos. No eres un verdugo para siempre. Es un comportamiento, no una etiqueta.
¿De ser verdugo se sale?
Quiero creer que sí. Es algo que he visto con ‘Un lobo dentro’. Muchos adultos me están escribiendo por redes y me dicen que se han reencontrado con los acosadores de su infancia y que estos ni siquiera recuerdan el calvario que les hicieron pasar. Han cambiado y socializado de manera sana, son personas integradas en la sociedad y cordiales. La etiqueta de víctima se lleva inútilmente toda la vida porque nadie te va a devolver esa felicidad que sientes que te robaron. Es el peligro de las etiquetas: soy débil y lo voy a ser siempre. Con eso cargo yo.
¿Sufrió mucho de pequeño?
Sí, entre otras cosas, por ser de la comunidad LGTB. En los años 80 no se visibilizaba la diversidad ni en el sexo, ni en el gusto, ni las aficiones. A los chicos se nos exigía estar siempre con chicos y jugar al fútbol.
Qué importante la actitud de los padres y las madres. Los de su novela no salen muy bien parados.
El papel de la familia es fundamental. La seguridad, la comunicación y el hecho de valorar la diferencia. También predicar con el ejemplo. Muchas de las cosas que los niños llevan al colegio las aprenden en casa. En ‘Un lobo dentro’ he reflejado a un padre manifestamente machista que quiere imponer un modelo de lobos, si no comes eres comido. Mientras, la madre intenta solucionar el conflicto pero se le va de las manos porque ella sufre su propia tragedia. Los profesores intentan vigilar y llevar por el camino correcto a los alumnos, pero también se les escapa. Hay docentes que también sufren ‘bullying’ por parte de los estudiantes. Mi hermana es profesora y me cuenta que cada clase es una lucha, no ya por enseñar sino por mantener su propia integridad.
¿Me da ejemplos de ese acoso?
Es un tipo de ‘bullying’ que hace imposible la labor y la vocación de los docentes. Sufren faltas de respeto continuas. Yo he visto tirar zapatillas a la profesora, bajar las persianas para que no se vea nada… Todo esto son faltas de respeto que yo entiendo como una forma de acoso.
¿Por qué sucede?
El niño que se convierte en adolescente tiene una necesidad natural de encajar en el grupo, es una manera de salvarse él, una vía para buscar víctimas. Si es otro, no soy yo. El trabajo en casa es muy importante. Hay que poner límites, normas y consecuencias. Hay que escuchar de forma activa. Y, si es necesario, hay que pedir ayuda profesional. No soy padre, pero serlo es un esfuerzo ímprobo.
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