Tras el adelanto de las elecciones catalanas, en la dirección del PSOE no acababan de ver la posibilidad de que Carles Puigdemont fuese el candidato de Junts. Entendían que no entraba en sus planes y que no asumiría el riesgo de apagar su épica con una derrota en las urnas. Cuando todo apuntaba a que daría el paso, los días antes del anuncio, lo rebajaban a una candidatura simbólica. No como candidato efectivo, sino de “postureo”, interpretando que se presentaría a las elecciones europeas. Puigdemont volvió a romper los esquemas a los socialistas, renunciando a la candidatura de las europeas y asegurando que acudiría a la investidura. En el PSOE asumieron el reto como una especie de todo o nada, viendo la oportunidad de derrotarlo en las urnas y romper la mayoría independentista para cerrar definitivamente el ‘procés’. Eso sí, reconociendo la imprevisibilidad del expresident con el riesgo de una ruptura con Junts tras las elecciones del 12-M que haga descabalgar la legislatura.