A los pocos minutos de perder el título nacional de superwélter en el Navarra Arena en febrero de 2020, el zaragozano Ezequiel Gurría escuchó estas palabras de boca de David ‘Infierno’ Soria, su rival y sucesor en el trono español de la categoría: “Es un puto guerrero. Ha venido a mi casa a defender lo que es suyo. Eres un puto guerrero”. Este viernes ha quedado demostrado que el púgil pamplonés ahora ya retirado regaló entonces a su rival el sobrenombre perfecto. Gurría no ha podido con el sevillano Óscar Díaz y ha perdido a los puntos en el combate que estaba en juego el cinturón EBU Silver del peso superwélter -antes llamado Campeonato de la Unión Europea-, la antesala del Campeonato de Europa, pero ha demostrado que es un guerrero de pies a cabeza, pasando por el corazón.
Ambos han protagonizado un combate memorable en una ciudad, Zaragoza, que puede presumir de muchas grandes noches de boxeo, sin obviar, por supuesto, que uno de sus hijos, Perico Fernández, tocó la cima de este deporte como campeón del mundo. Los jueces se han decantado justamente por ‘Toro’ Díaz. Las puntuaciones de dos de ellos han sido 115-114 y 115-113 a favor del sevillano. El tercero ha firmado una tarjeta de 112-116 a favor del aragonés, guarismos estos últimos que chirrían a tenor de lo que se ha visto sobre el ring. Gurría se ha marchado al vestuario con la bandera de Aragón sobre los hombros y el alma partida –seguro que le dolía más que los golpes–, pero ni él ni ninguna de las casi 2.000 personas que han acudido a la cita podrán decir que el resultado ha sido injusto.
Planes distintos
El zaragozano se ha adjudicado los dos primeros asaltos, el tercero ha quedado en el aire y a partir del cuarto se ha visto mucho más cómodo al púgil sevillano, aunque sin imponerse con suficiencia. Con el paso de los minutos, éste ha tenido más recursos, cambiando de guardia, manejando con precisión la distancia –los ataques de Gurría llegaban desde demasiado lejos–, esquivando golpes con la maestría de un veterano –Díaz solo tiene 23 años– y acumulando puntos poco a poco, como quien va llenando la hucha, alguno de ellos demasiado gratuito pese a la defensa aparentemente bien cerrada del aragonés. Sabía, y así lo ha puesto en práctica, que le convenía una pelea larga, llegar al final de los 12 asaltos.
Mientras, en su fuero interno, solo confesado a unos pocos íntimos, Gurría tenía otro plan y este pasaba por buscar el KO de su rival. Mandarlo a la lona cuando antes y olvidarse de las puntuaciones. La pegada definitiva no es su mayor cualidad (18 victorias -4 KO- y cuatro derrotas en su trayectoria profesional, contando la de este viernes), pero esta vez estaba convencido de que la pelea se iba a acabar antes. Al principio del séptimo salto así lo han creído también todos los presentes –espectacular el ambiente–, pero la estelar combinación de golpes del zaragozano no ha sido suficiente. De ahí al final ‘Toro’ Díaz nunca ha sentido un peligro real. Descartada la vía rápida, al púgil local no se le veía un plan b, más allá de dejarse hasta el último aliento en el intento.
Entrega total
Con un pabellón en ebullición, Gurría lo ha dado todo, probablemente como nunca en su carrera, pero no ha sido suficiente. Ha perdido, pero será muy difícil olvidar su profesionalidad y entrega. Su rival ha sido mejor por poco, mientras él ha erigido un pequeño monumento al boxeo justo cuando más lo necesitaba este deporte en la comunidad aragonesa.
Alguien acuñó en su momento la expresión ‘derrota de prestigio’ probablemente para reflejar la poca distancia que separaba al ganador del vencedor o para salvaguardar al segundo de cualquier tinte de deshonra. En el caso de Gurría hay que ir un poco más lejos. La suya ha sido una derrota de campeón, probablemente el oxímoron que mejor refleja lo ocurrido este viernes sobre el ring del Siglo XXI.
Nada que reprochar a un púgil que ha cumplido con los principales mandamientos de este deporte: intensa y sincera preparación –tres meses, día tras día– y compromiso máximo a la hora de la verdad
Nada que reprochar a un púgil que ha cumplido con los principales mandamientos de este deporte: intensa y sincera preparación –tres meses, día tras día– y compromiso máximo a la hora de la verdad. Por valentía y pundonor no ha quedado. Gurría se ha vaciado. Pero Óscar Díaz ha sido mejor.
Ahora llegará el momento de la reflexión. Es probable que el boxeador aragonés más destacado en la actualidad, a sus 31 años, haya dado con la cabeza en el techo. Haya hecho tope. Su mejor versión no le ha alcanzado para plantarse a las puertas de Europa y de las consiguientes grandes citas. Tendrá que masticar una y otra vez esta derrota consciente de que como el mejor de los guerreros ha perdido una batalla, pero al mismo tiempo ha llevado al boxeo aragonés a dar un paso de gigante en su particular guerra. Y eso puede considerarse como un triunfo.
Valkiria, princesa de Europa
Además del duelo estelar, han resaltado otras dos peleas. En una de ellas el púgil de origen rumano pero afincado en Zaragoza desde muy joven Alex Lutic ha vuelto a demostrar que es una roca antes de llevar al KO técnico a su rival, el hasta ahora imbatido catalán Sebastián Pinoargote. Extraordinaria victoria de un Lutic que ha subido la temperatura del pabellón mientras llegaba el turno del duelo Gurría-Díaz.
Además, la aragonesa Asun ‘Valkiria’ Lacruz se ha hecho este viernes con el cinturón europeo de muay thai WBC sub-18 al derrotar a la francesa Seynabou Konate. Valkiria ha tenido el apoyo apasionado del público zaragozano en un combate que ha manejado a su antojo, incluyendo todo tipo de guiños y rituales. La joven luchadora aragonesa, que el año pasado ya se proclamó campeona del mundo sub-16, sabe acaparar el protagonismo sobre el cuadrilátero manejando códigos aparentemente impropios de alguien que todavía anda lejos del cénit de su carrera, especialmente a la hora de meterse al público en el bolsillo.
Sabe pelear y sabe encandilar a quien la observa. Parece mentira tanto carisma a estas alturas, pero lo tiene y sabe sacarle partido. De momento es princesa, pero está llamada a reinar.
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