«Pueden decir que soy esclavo de una antigua idea. Pero detrás de esa idea hay un pueblo entero», canta Asier Villalibre (Gernika, 1997) trompeta en mano en One Club Man, al lado de cinco compañeros del Athletic. Presentaron la canción tras batir al Barça en la final de la Supercopa de 2021. Él, un futbolista diferente, una persona normal, marcó el gol que forzó la prórroga en el minuto 90. Si los goles son la vida para el delantero, como dice, ese debió ser la vida eterna: asiente.
Sigue siendo el último título del Athletic, aunque San Mamés ansía que este sábado se convierta en el penúltimo. «Ojalá», repite. El equipo de Ernesto Valverde juega la final de la Copa del Rey, ante el Mallorca en Sevilla. Villalibre aún no sabe si llevarse la trompeta cuando responde esta entrevista.
¿Cómo recuerda la Supercopa de 2021?
Joder, con mucho cariño. Fue un día muy especial. Nunca olvidaré cómo fue el gol. Casi valió un título. Ganar una final así y encima contra el Barcelona es algo muy bonito y algo que voy a recordar siempre. Pero también es verdad que fue en tiempos de covid y cuando lo recuerdo siempre pienso que faltaba algo: un estadio lleno.
¿Dónde guarda la medalla de campeón?
Donde tengo todos los trofeitos que he ido consiguiendo durante mi vida, junto con la camiseta de la final. En casa de mi padre.
¿Junto a las copas de niño?
Eso es. Ahí tengo todo lo que he ido logrando desde pequeñito. Cuando jugaba en infantiles y tal con el equipo del pueblo no ganaba casi nada, pero a partir de ahí ya sí. La primera copa que guardé es cuando estaba de pruebas con el Athletic, con 11 o 12 años. Fui a jugar un torneo con ellos, ganamos y decidieron darme la copa a mí.
La final de 2021 acabó con la roja a Messi por una agresión contra usted: su única roja en más de 850 partidos en el fútbol de clubes. ¿Cómo lo vive?
Pues con vaciles y risas con los amigos: ‘Messi te ha pegado, no sé qué’. Fue una acción que le puede pasar a cualquiera en un momento difícil, por la rabia de estar perdiendo, y no hay que darle mayor importancia. Pero sí, es una anécdota graciosa que siempre va a estar ahí. Parece una tontería, pero está ahí.
«Somos una cuadrilla de amigos que hemos llegado aquí y tenemos la suerte de poder jugar a nivel profesional. Ganar con tus amigos es una cosa que todavía lo alza más»
¿Qué supondría ganar la Copa?
Ganar la Copa, con lo difícil que es ganar una competición hoy en día, con la historia que tiene el club con la Copa, con lo que somos, con la filosofía que tenemos, con todo lo que has vivido desde pequeño, tantas camisetas del Athletic, es algo que no puedo decir qué sería porque no lo sé, no lo he vivido, ojalá lo viva, pero debe ser lo más grande.
Esa filosofía de luchar contra todo el mundo con gente de la casa.
Somos una cuadrilla de amigos que hemos llegado aquí y tenemos la suerte de poder jugar a nivel profesional. Ganar con tus amigos es una cosa que todavía lo alza más.
Debe ser bonito ganar con quien ganas, pero también para quien.
Aquí te sientes muy orgulloso cuando las cosas van bien y quedas con tus amigos o vas adonde tu familia y te dan la enhorabuena súper felices. Te miran casi agradecidos. O les ves casi emocionados, llorando o lo que sea. Eso le da muchísimo valor. Hoy por la mañana he bajado al perro y el vecino me ha dicho: ‘Oye, que me voy de vacaciones, así que mucha suerte’. La gente, aunque no sepa mucho de fútbol, lo tiene dentro. Se respira fútbol aquí. Se nota.
¿La gabarra? Pienso que lo importante es disfrutar el camino, darlo todo y no agobiarse con lo que viene después. Puede ser cualquier cosa»
Debe ser difícil no imaginarse en la gabarra.
Todo el mundo se lo imagina. Pero tras haber vivido unas cuantas finales pienso que lo importante es disfrutar el camino, darlo todo y no agobiarse con lo que viene después. Puede ser cualquier cosa.
Son seis finales de Copa consecutivas perdidas (1985, 2009, 2012, 2015, 2020 y 2021): ¿qué piensa?
Si cometes seis veces un error a la séptima sientes que puede volver a pasar, pero no hay que pensar en estas cosas: no vamos a cambiar ni todo lo bueno ni todo lo malo del pasado pase lo que pase en el partido. Todo va a seguir igual. Es un nuevo reto y una nueva oportunidad.
La última final con título fue en 1984, la Batalla del Bernabéu contra el Barça de Maradona: hace justo 40 años. Faltaban 13 para que usted naciera.
La gente nos ha hablado mucho de esa final. De cómo se vivió. Pero más que de la final se suele hablar de la celebración: han pasado tantos años y se echa tanto de menos que es de lo que tiene ganas la gente. Alguien me comentó que fue con su padre, que fue una de las primera finales que pudo ir a ver y tal. Hay muchas experiencias y, joder, si nos ponemos a escucharlas todas la verdad es que nos vamos a volver locos.
La última. ¿Qué sensación le genera ser visto como un bicho raro por hacer cosas de persona normal como tocar la trompeta o hacer scape rooms?
Qué voy a decir yo. La sensación que me da es que lo exageramos todo mucho. No sé. Yo hago cosas normales que siempre me ha gustado hacer y que disfruto y no creo ni que esté bien ni que esté mal. A otros les gusta hacer otras cosas y ya está. Pero no deberíamos darle tanta importancia. Si, por ejemplo, bajo a echar unos tiros al parque con un amigo y hay unos chavales pues me da igual jugar con ellos. Pero sí es verdad que llega un momento que me pongo a jugar y al minuto cuatro o cinco padres se ponen a grabar como si eso fuera la final de la Champions. Pues al final no te apetece. No es cómodo. El hecho de darle tanta trascendencia es como que te quita las ganas de hacerlo. Porque yo lo haría si no aparece en ningún lado. No debería destacarse como algo fuera de la normalidad. No hay que darle tanta importancia. Es algo normal, simple. Ojalá fuera así. Ojalá.