El GP de Japón nunca había llegado tan pronto en el calendario de la F1. Suzuka siempre ha sido un lugar decisivo para el título, y el escenario donde no pocos se proclamaron campeones. Y aunque esta vez una de las pruebas más emblemáticas del año sea diferente por el cambio de la fecha habitual, la cita nipona se presenta con todos los alicientes de siempre . O más, si cabe.
No sólo por la desafiante majestuosidad del trazado que la acoge, o por la impecable y modélica actitud de los aficionados locales que abarrotan sus tribunas con una dignidad a años luz de la hiperventilación que hemos visto en algunas pruebas de nulo pedigrí, sino por la incertidumbre que reina en el futuro de la categoría. Y también por lo que pueda hacer Sainz después de su gesta de Melbourne espoleado por quienes le han pinchado en la jaula.
Tan solo llevamos tres carreras de las veinticuatro programadas, y el runrún del paddock parece el propio del final de la temporada.
La última: Vettel podría volver a la F1… con Mercedes. Si esto fuera así, ya veríamos qué hace Verstappen, o si la puerta de Brackley se cerraría para Alonso, Sainz… o el lucero del alba. Claro que según cuentan los “oráculos” del tema ni a uno ni al otro les faltarían coches para competir: desde Red Bull hasta un hipotético encuentro de ambos pilotos españoles en las filas de una Aston Martín que, por sí les parece poco… podría incorporar como técnico a Adrian Newey. Como decimos en mi casa: “embolica que fa fort”.
La “silly season” va a toda castaña, y ahora con el telón de fondo del “Horner-gate” en el equipo de los toros colorados, o la adquisición del 86% de Dorna por parte de Liberty Media… si la autoridad competente no dice lo contrario.
No me negarán que el patio no anda revuelto. Tanto, que a uno le cuesta digerir el tsunami de información que nos avasalla últimamente. Pero como en todas las riadas, el torrente no solo contiene agua sino también mucha basura y no pocos residuos tóxicos. Al final, entre tanto vaticinio y entre tanto “no se lo digas a nadie pero yo lo se todo”, puede que alguno acierte. Es una simple cuestión de estadística.
Por suerte si algo me reconcilia con la F1 es que las grandes noticias, las trascendentes, las gordas de verdad… nunca las vio a venir nadie. ¿O ya no se acuerdan de cómo fue el fichaje de Alonso por McLaren -el primero quiero decir, porque en el segundo ya hubo quien se fue de la lengua en una de sus múltiples incontinencias-, o su incorporación en Ferrari, o cuando apareció vestido de verde por primera vez?
No se calienten la cabeza. Dejen fluir la realidad, y disfruten de grandes carreras, como la que nos espera este fin de semana en Suzuka, donde uno suele redescubrir porqué le gusta tanto este deporte.