Hace ahora cincuenta años, en el escenario de The Dome en Brighton, unos suecos ganaron Eurovisión. Esta frase puede no ser extraordinaria, porque ha sido el Reino de Suecia el país que más veces ha conseguido ganar el certamen, empatado con Irlanda. Aunque las apariciones en ese festival no siempre se corresponden con una estricta calidad musical –véase nuestro Rodolfo Chikilicuatre–, que un país de apenas 10 millones de habitantes haya dado tantos éxitos al mundo habla de unas gentes que normalmente tienen frío en la calle y se meten pronto en casa… también para crear.
El interiorismo nórdico es una muestra clara de que su universo creativo es doméstico. Y que un invierno cualquiera a las tres de la tarde se haga ya de noche invita a sentarse al piano. En aquellos años 70 de reinvención contracultural, un par de parejas decidieron hacer música sin saber que la cambiarían para siempre. Aquel triunfo en el festival que nos tenía en vilo hasta bien entrada la noche, con aquellos marcadores que señalaban los votos que nos daban, fue la ignición de un incendio musical que aún no se ha apagado.
“Waterloo” fue la canción ganadora y también el nombre del disco que se acababa de lanzar en el mundo. Ahora, cómo no, se reedita. La prueba clara de que la llama sigue viva es que podríamos haber encabezado estas líneas diciendo “ABBA publican disco”, y no faltaríamos a la verdad. Pero si nos quedáramos ahí solamente estaríamos viendo una pequeña parte de todo lo que conlleva la celebración de este medio siglo de éxito mundial. Los que crecimos con su música y ya no rompemos la hucha para comprar discos, nos podemos permitir la pequeña fortuna de tener todo lo que se publique sobre ellos. Este enorme reclamo comercial ha conseguido que, una vez más, se celebre por parte de los coleccionistas una reedición espectacular. El sitio web de la discográfica recoge muy bien el espíritu revival setentero que busca el amante medio de su música.
Flamante ‘vintage’
Por un lado, se lanza hoy un vinilo de dos LPs pero, ojo, a 45 RPM para mayor calidad, y una caja de edición limitada que revive los tres discos sencillos originales. Terminamos el lote con una serie de picture-discs únicos y un vinilo de 10 pulgadas de «Waterloo» en cuatro idiomas, acompañado de, atención, una línea de ropa vintage que nos teletransporta a los setenta. Solamente en discos, si los quieres todos, te puedes dejar más de 500 euros.
Me llama feliz, desde Suecia, Óscar Smirnov, fundador de Gracias por la Música, una de las mayores comunidades en línea para fans de ABBA. Cuenta que ha cruzado medio planeta desde Argentina para asistir a las celebraciones oficiales de esta efemérides, como tantos otros seguidores llegados desde los cinco continentes. El momento culminante tendrá lugar en el Cirkus Arena de Estocolmo, y el rey Carlos Gustavo de Suecia cerrará las celebraciones condecorando a los cuatro integrantes del grupo con la Gran Orden Vasa. Cualquier paisano de la tierra de los Premios Nobel confirmará algo muy cierto: son motivo de orgullo nacional.
Alejandro López, autor del libro ABBA: Un análisis de sus canciones, resume muy bien el sentir de un auténtico amante y conocedor de su obra cuando me explica que tiene sentimientos encontrados: “Por un lado, no quiero volver a adquirir las canciones que ya he comprado en tantas ocasiones anteriores, pero por otro celebro que aparezcan nuevas ediciones porque eso significa que sigue habiendo auténtico interés por el grupo”.
El pacto de Benny y Björn
Mercado hay, desde luego, pero es cierto que siempre es la misma música Y no es lo normal. Lo más común, como ha ocurrido con prácticamente todos los grupos de éxito mundial, es que con motivo de algún aniversario aparezcan grabaciones inéditas, maquetas remasterizadas o incluso procesadas ahora gracias a la IA, como ocurrió con The Beatles hace bien poco. Sin embargo, Alejandro me confirma el motivo por el que no oiremos jamás una publicación de estas características: “Benny y Björn acordaron en un pacto que si aquellas grabaciones no fueron buenas en su momento, ahora tampoco lo son”. Pocos de sus millones de fans en el mundo se atreven a discutir esa decisión.
Amigos de las etiquetas han querido titular lo que consiguieron estos eternos innovadores con definiciones absurdas. Crearon música popular, con acordes sencillos y pegadizos, y aprendieron bien la lección de sus primeras derrotas, ahora desaparecidas del recuerdo. No necesitaron más artificios que sus voces e instrumentos para expresar el entusiasmo de toda una época. Y eso es algo que el mundo nunca olvidará. Hasta mañana.
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