A la hora de clasificar los tipos de música, podemos partir de una distinción fundamental entre música clásica (también llamada música culta) y música popular.
La música clásica hunde sus raíces (como casi todo lo destacable en la tradición occidental) en las civilizaciones griega y romana, de las que fueron herederas directas las respectivas iglesias ortodoxa y católica, que asumieron la tradición clásica y la reconvirtieron en himnos religiosos que adquieren una sonoridad angelical en el caso de la liturgia ortodoxa polifónica. A la que no tiene nada que envidiar, por otra parte, la música gregoriana, nutrida en la tradición de los cantos de los oficios y rezos religiosos de los conventos medievales.
Por otra parte está la música popular. Y este caso, que se quiten todos los blanquitos europeos. Aquí solo existen unas raíces, se llamen como se llamen, de los diferentes estilos musicales. Y esas raíces son las africanas, dispersadas por las colonias occidentales por obra y gracia del tráfico de esclavos que fue el fundamento necesario para el desarrollo del capitalismo mercantil, a su vez imprescindible para el impulso de la revolución industrial.
Hasta la semana pasada sabíamos que el blues, el soul y el jazz surgieron del espíritu de resignación con alguna mezcla de rebeldía de los esclavos en las plantaciones del Sur de los Estados Unidos. Incluso los maravillosos ritmos latinoamericanos, del Caribe y el Brasil, son fruto de ese gen musical de los que parecen ser sus únicos portadores, los africanos. Por no hablar de la música disco o del hip hop, ejemplos palpables de la superior inventiva musical de los afros occidentalizados. A partir de esta semana, debemos incluir también en los géneros afroamericanos a la música country, de la que pensábamos hasta este momento que pertenecía exclusivamente al país de Trump, los blancos que habitan las poblaciones ubicadas en el centro sur de los Estados Unidos.
Afortunadamente, Beyoncé, la mayor estrella negra de la música norteamericana, ha lanzado un disco de puro country que deja a la altura del betún a la mayor parte de cantantes de piel blanca. Por las críticas hemos conocido también que Beyoncé no es la única afroamericana que hace música en este estilo. Y es que la música popular o es negra o tienes raíces africanas o es un soberano aburrimiento. O si no, véase el vomitivo tecno que triunfa en las discotecas europeas.
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