Totalmente inerte, boca arriba, con los ojos abiertos y la pierna derecha ligeramente doblada. Con sangre seca en el rostro, un golpe en la parte posterior del cráneo y el jersey agujereado a la altura del pecho con lo que posteriormente se confirmó que eran cuchilladas. Así fue encontrado en un camino de Faura, en la Comunidad Valenciana, a las 8.40 horas del Domingo de Resurrección, el cadáver de Toni G., más conocido por todos como ‘El Rabasa’. El grupo de Homicidios de la Guardia Civil investiga los últimos pasos de este vecino de 52 años la noche anterior, en la que estuvo de fiesta con un amigo en unas verbenas en la localidad de Quartell, a un kilómetro del punto en el que fue hallado muerto.
Una pareja de Faura, que había salido a pasear con sus perritas, Vicky y Dolçi, localizó el cuerpo sin vida del ‘Rabasa’ en pleno camino, a la vista de cualquiera que pasara por allí, lo que hace pensar que el autor u autores del crimen lo mataron allí mismo y huyeron a toda prisa sin pararse siquiera a tratar de ocultar el cadáver de su víctima.
«Nos íbamos ya para casa porque se había puesto a lloviznar y en el lado derecho, a unos metros, vimos lo que me pareció que era una persona tirada en el suelo del camino», relata Rosa. Su marido, Jaime, reconoce que fue ella la que dijo que era una persona, y que a él realmente en un primer momento le pareció que eran unas bolsas grandes que alguien había tirado.
En la ida habían pasado por este mismo punto y no se habían percatado, aunque explican que es un camino muy transitado en un día normal. Al ser festivo ellos fueron los primeros en pasar por el lugar esa mañana.
«Me acerqué y como vi que tenía los ojos abiertos le pregunté si estaba bien», a lo que obviamente no tuvo respuesta. «Le toqué un poco el cuello para ver si tenía pulso» y enseguida se percató de que estaba muerto y que «no era alguien que se había caído, lo habían matado», afirma esta testigo, que inmediatamente telefoneó al teléfono de Emergencias 112 informando del hallazgo. «Por la noche todavía veo sus ojos abiertos y su cara ensangrentada nadie se merece morir así», confiesa.
La víctima llevaba vaqueros, zapatillas deportivas blancas y un jersey de color marrón jaspeado de blanco, con agujeros en el pecho (producto de las cuchilladas) y las mangas también manchadas de sangre. Alrededor del cuerpo ni una sola gota y ningún signo visible a simple vista del crimen que allí se había producido.
Mientras llegaban las primeras patrullas de la Guardia Civil la mujer buscó si había algún plástico para tapar el cuerpo y evitar que las gotas de lluvia que empezaban a caer eliminaran posibles huellas y vestigios que permitieran a los agentes de Criminalística identificar al autor o autores de su muerte.
Los médicos del ambulatorio de guardia, situado a unos 500 metros, acudieron pero únicamente pudieron confirmar que el hombre ya estaba fallecido. Del bolsillo trasero del pantalón la Guardia Civil sacó la cartera de la víctima, con su documentación. Se trataba de Antonio G. R., más conocido como ‘El Rabasa’.
Jornalero en el campo
Toni, soltero y sin hijos, era el menor de cuatro hermanos. Con su madre ingresada en una residencia de Quartell, a sus 52 años ‘El Rabasa’ vivía solo en la calle Santa Bárbara, en pleno centro de Faura. Estaba centrado en su trabajo en el campo, recogiendo naranjas para la empresa local Frutas Plasencia. Aunque actualmente se encontraba de baja y tenía que ir a rehabilitación tras haber sufrido una aparatosa caída en los bous al carrer de Benifairó de les Valls el pasado mes de septiembre.
Todos los que lo conocían aseguran de él que era «muy buena gente», «amic de tots», y que ya había superado los problemas que tuvo en su juventud con las drogas. «Hacía más de quince años que estaba limpio», asegura un amigo. «Era muy humilde, no tenía nada y lo poco que tenía lo daba» apunta otro conocido del Rabasa sobre lo generoso que era. Testimonio refrendado por una vecina, que recuerda que le llevó una garrafa de aceite de oliva hecho por él (con lo caro que ahora está dicho producto).