Era la reunión de cada viernes de gran premio, aquella en la que los pilotos de MotoGP se ven las caras alrededor de una mesa, presidida por Carmelo Ezpeleta, el jefe del Mundial desde 1992. Era viernes, 29 de abril de 2011, en Estoril (Portugal), y el australiano Casey Stoner, un auténtico monstruo de la velocidad y arrojo, entró en la sala con los ojos incendiados. Ezpeleta lo vio venir e hizo que Stoner se sentase a su izquierda y el fogoso italiano Marco Simoncelli, convertido ya en le quebradero de cabeza de todos los ‘reyes’, a su derecha.