Selena Quintanilla tenía el mundo a sus pies cuando le quitaron la vida. En el momento de su asesinato, ocurrido el 31 de marzo de 1995, la cantante estaba considerada como la reina del ‘tex-mex’, un estilo musical bailable originario de la frontera de México y Estados Unidos, y había hecho soñar a montones de jóvenes latinas para quienes representaba el ascenso cultural de la comunidad hispana. Recientemente había ofrecido un gran concierto en el Astrodome de Houston (EEUU), ante cerca de 67.000 personas, y el año anterior se había convertido en la primera artista de música tejana en ganar un Grammy. Con solo 23 años, además de estar a punto de ascender a un firmamento del pop dominado por celebridades a las que ella idolatraba, había realizado sus pinitos como actriz y modelo, y hablaba de formar una familia con su marido y compañero de banda, Chris Pérez. Pero todos sus planes se fueron al garete cuando una mujer llamada Yolanda Saldívar le disparó por la espalda tras ser despedida como presidenta de su club de fans y secretaria personal.