Selena Quintanilla tenía el mundo a sus pies cuando le quitaron la vida. En el momento de su asesinato, ocurrido el 31 de marzo de 1995, la cantante estaba considerada como la reina del ‘tex-mex’, un estilo musical bailable originario de la frontera de México y Estados Unidos, y había hecho soñar a montones de jóvenes latinas para quienes representaba el ascenso cultural de la comunidad hispana. Recientemente había ofrecido un gran concierto en el Astrodome de Houston (EEUU), ante cerca de 67.000 personas, y el año anterior se había convertido en la primera artista de música tejana en ganar un Grammy. Con solo 23 años, además de estar a punto de ascender a un firmamento del pop dominado por celebridades a las que ella idolatraba, había realizado sus pinitos como actriz y modelo, y hablaba de formar una familia con su marido y compañero de banda, Chris Pérez. Pero todos sus planes se fueron al garete cuando una mujer llamada Yolanda Saldívar le disparó por la espalda tras ser despedida como presidenta de su club de fans y secretaria personal.
Reconocida simplemente como Selena, la artista fue una niña activa y atlética que pasó su infancia en las ciudades tejanas de Lake Jackson y Corpus Christi. Su padre, un músico frustrado de nombre Abraham Quintanilla, la puso a trabajar junto a sus dos hermanos, A.B. y Suzette, en un conjunto musical, bautizado Selena y Los Dinos, del que él sería administrador e ingeniero de sonido. La banda tejana comenzó actuando en el pequeño escenario del restaurante de comida mejicana del patriarca del clan, antes de alcanzar la fama, a principios de los ochenta, en carnavales locales y fiestas familiares celebradas en el estado de Texas. El talento de Selena valió para sacar a los suyos de la pobreza en la que se vieron sumidos tras la crisis del petróleo pero, además, la invitó a soñar con conseguir algo grande en el mundo del espectáculo.
A los 17 años, Selena firmó un contrato de un año con Coca-Cola y apareció en campañas publicitarias en inglés y español en los principales medios de comunicación hispanos de su país. Con solo 18 publicó su primer álbum en solitario, Selena (1989), con el sello latino EMI, y fue premiada en los Tejano Music Awards como la mejor vocalista femenina del año. Luego lanzaría varios discos de estudio más y, en 1994, se hizo con un Grammy al mejor álbum mexicano-estadounidense por su ‘Selena Live!’ (1993), grabado durante un concierto en su ciudad natal. Ese premio contribuyó a consolidar la música en español en Estados Unidos y, de paso, consagró a su dueña como la artista más importante de música tejana.
Autenticidad
Sus biógrafos cuentan que Selena se ganó el cariño del público por su personalidad de mujer corriente que se mostraba auténtica y combinaba con franqueza sus identidades mexicana y estadounidense. «Me siento muy orgullosa de ser mexicana», comentó ella en una entrevista. «No tuve la oportunidad de aprender español cuando era niña, pero… nunca es demasiado tarde para entrar en contacto con tus raíces«.
Sobre el escenario, Selena rebosaba talento y desafiaba con su poderosa estética lo que muchos fans esperaban de ella como artista que actuaba en español. Su carisma deslumbró a personas como Yolanda Saldívar, una mujer tímida y de aspecto sencillo que, según dijo una vez, se quedó boquiabierta la primera vez que la vio en concierto, a mediados de 1991. «Fue tan grande la impresión que, al final del espectáculo, buscó afanosamente algún puesto de ventas de souvenirs de la cantante, para llevarse algo de recuerdo. Para su asombro, no había a la venta ningún producto que la promocionara. Así nació la idea de crear un fan club» señaló la presentadora María Celeste Arrarás en su libro ‘El secreto de Selena’.
Poco después, Yolanda llamó al padre de Selena tres veces —aunque él aseguraba que fueron 15— y, a la tercera llamada, Quintanilla accedió a concertar una cita entre ambos. De ahí surgió la idea de que la mujer abriera un club de fans oficial para apoyar a la cantante. Saldívar dejó su empleo como enfermera interna de pacientes con cáncer y trabajó con ahínco en aquel fan club dedicado a la artista de sus amores, alguien que había pasado a ser la encarnación de todos los atributos y las metas que ella era incapaz de realizar en su propia vida. Poco a poco, los Quintanilla permitieron que Yolanda se acercara a su familia, con la que compartió muchos ratos, tal como demuestran algunos vídeos caseros a los que tuvieron acceso los periodistas. Tal era el nivel de confianza entre todos ellos que, cuando en 1994 se inauguraron las boutiques Selena Etc., primero en Corpus Christi y luego en San Antonio, Abraham Quintanilla la recomendó para administrar el negocio de las tiendas.
Control a los empleados
Yolanda parecía competente como administradora, pero existen diversas denuncias de malos tratos hacia algunos empleados. Arrarás cuenta en su libro que llegó a despedir a buena parte de los empleados de la empresa simplemente porque no eran de su agrado, y que una persona que trabajó un tiempo en las boutiques le aseguró que Yolanda “era muy posesiva y buscaba cualquier pretexto para alejar a Selena de los demás. Ella piensa que Yolanda quería aislar a la cantante de sus empleados para ejercer un mayor control. Pero Yolanda argumenta que ella siempre quiso servirle de escudo a Selena, para que la cantante no tuviese que preocuparse de las tonterías que surgían de día a día en el manejo de la operación”.
Tampoco la tragaba el diseñador Martín Gómez, quien la acusó de distorsionar el trabajo del taller de confecciones «con entrometimientos y métodos maquiavélicos». Por lo visto, las discusiones entre ambos eran frecuentes y, en un momento dado, Yolanda empezó a grabar sus conversaciones con Martín sin que él lo supiera. «Yolanda terminó ganando», escribió Arrarás al respecto. «Selena decidió que ella misma iba a comenzar a crear sus diseños, lo que eventualmente relegaría a Martín a un segundo plano, y, poco a poco, fue encargándole más responsabilidades a su amiga. Yolanda tenía la llave de su casa, varias tarjetas de crédito de la empresa a su nombre, firmaba cheques corporativos, administraba el negocio y a menudo acompañaba a la cantante en sus viajes».
Cuando Abraham avisó a su hija de que Yolanda parecía una mujer inestable y embustera, Selena quitó hierro al asunto y le recordó que él siempre desconfiaba de la gente, como en su momento había desconfiado de su esposo Chris, con quien se casó en secreto en 1992. Pero su mente hizo click después de que el patriarca de los Quintanilla descubriera que Yolanda estaba robando parte de los ingresos obtenidos con el negocio de la familia y le advirtiera de que pensaba llamar a la policía. «Era una empleada descontenta”» contaría luego él. «Sospechábamos que había malversado dinero, empezamos a cercarla y se volvió loca». Temiendo una posible investigación fiscal, Selena exigió a Yolanda que le devolviera varios documentos financieros sobre la empresa y, a principios de marzo de 1995, la eliminó de su cuenta bancaria y la reemplazó como presidenta del club de fans.
Un plan bien pensado
Fue entonces cuando Yolanda compró un revólver del calibre 38 y empezó a tramar una venganza contra ella. «Si Saldívar hubiese sido despedida podría haber vuelto a su trabajo como enfermera, en el que le iba muy bien. Lo que no podía aceptar era el hecho de no estar cerca de Selena nunca más», apuntó luego la secretaria del club de fans Esperanza Garza. A finales de aquel mes de marzo, Yolanda le suplicó a Selena que se reuniera con ella en privado en el motel Days Inn de Corpus Christi, donde se alojaba, con la promesa de entregarle la documentación que Selena necesitaba para presentar sus siguientes declaraciones de la renta. La artista acudió a esa cita acompañada de su marido, así que Yolanda no tuvo ocasión de hablar a solas con ella, pero ese hecho no hizo que desistiera de su empeño.
Tanto es así que a la mañana siguiente volvió a llamar a Selena para contarle que había sido violada cuando estaba en México y que necesitaba su ayuda. Selena la acompañó al hospital, donde después de que la examinaran se determinó que no había existido tal violación. Luego la llevó de vuelta al hotel, donde empezaron a discutir en la habitación de Yolanda, que en determinado instante sacó su pistola y le disparó por la espalda. Varios empleados del motel declararon que oyeron un disparo y a continuación vieron a la asesina, con el revólver aún en la mano, persiguiendo a Selena, mientras esta huía de la habitación desangrándose y pidiendo auxilio. Norma Martínez, ama de llaves del establecimiento, explicó que oyó cómo Yolanda llamaba ‘zorra’ a Selena, y que vio cómo, en un momento dado, se daba la vuelta, aparentemente tranquila, y volvía a entrar en la habitación.
Cadena perpetua
Cuando la cantante alcanzó el vestíbulo, se desplomó en el suelo. Antes de perder el conocimiento, identificó a la persona que le había disparado y el número de la habitación donde se escondía. La ambulancia llegó al cabo de dos minutos, pero Selena, a quien la bala había seccionado la arteria subclavia, fue declarada muerta al llegar al hospital. Su atacante fue detenida en su coche, mientras trataba de escapar. En su defensa aseguró que su disparo contra Selena había sido involuntario, que todo sucedió cuando ella intentó suicidarse y la cantante, al intentar evitarlo, recibió un disparo por accidente. Pero en octubre de 1995 un jurado determinó que el crimen se produjo con premeditación y la condenó a la pena de cadena perpetua sin derecho a libertad condicional durante 30 años —en la actualidad cumple condena en la Unidad Mountain View en Gatesville, Texas—.
La muerte de Selena dejó atónitos a sus seguidores y provocó una cobertura casi ininterrumpida en las emisoras de radio y televisión en español. Según ‘The New York Times’, la familia de Selena optó por dejar su féretro abierto durante el multitudinario funeral celebrado en Corpus Christi. Todos sus fans apoyaron en masa el lanzamiento póstumo de su primer disco bilingüe, ‘Dreaming of you’, que vendió 175.000 copias en un solo día y la llevó a cumplir su sueño de conquistar el mercado anglosajón. Además, en los meses posteriores a la tragedia, frente a su casa, la misma vivienda en la que había crecido y vivido de forma humilde, sus devotos hicieron un altar para una artista que en 2017 recibió una estrella póstuma en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Pese a que ya han pasado casi tres décadas desde su desaparición, su memoria parece estar cada día más viva. De hecho, como bien apuntaba en un artículo una periodista del ‘Texas Monthly’, Selena ha sido canonizada, santificada y resucitada desde entonces: «Ha protagonizado un lujoso biopic de Hollywood, un musical que estuvo de gira y una serie de sellos. En el sur de Texas y más allá ha pasado de cantante popular a algo más etéreo, una heroína de culto, una mártir, una santa patrona. Miles de fans siguen viajando cada año a Corpus Christi, donde el estudio de grabación de su familia —al igual que su casa, su antigua boutique y su tumba— se ha convertido en el Graceland de Texas».