La relación entre Luis Enrique y Mbappé, dibujada en un gráfico del mercado bursátil, tendría los picos y las valles trazados por un pulso nervioso sobrecargado de cafeína. Un día parece que el asturiano gestiona el carácter caprichoso del delantero francés con la mano paternal del que ya ha tratado con ídolos en el pedestal. Otro, como este domingo, da la sensación de que el idilio es frágil como una gota de lluvia. Es una canción que no para de sonar esta temporada. Mbappé no lo juega todo con Luis Enrique y eso, con estrellas de su calibre, suele ser pólvora que detona haciendo mucho ruido.