Carlos Lema Devesa [Santiago, 1951] ha desarrollado una prolífica actividad como jurista y catedrático de Derecho Mercantil en la Universidad Complutense de Madrid. Especializado en propiedad industrial, Lema no solo ha logrado abrirse paso por su cuenta en un campo en el que es todo un referente, también ha trabajado con su propio bufete en varios de los casos más importantes de nuestro país e, incluso, ha sido el creador de varias denominaciones jurídicas relativas a la publicidad. Recientemente ha dicho adiós a una extraordinaria carrera, aunque, como él mismo dice, se trata de “un adiós parcial”.
¿Le ha costado decir adiós a su etapa como jurista?
No es que sea un adiós total, es un adiós parcial. He sido jubilado por haber cumplido la edad reglamentaria en la Universidad Complutense de Madrid y también me he jubilado en el mundo de la abogacía, pero continúo trabajando en la dirección de tesis doctorales, dando cursos, interviniendo en másteres y, como jurista, en Galicia, tengo la codirección de las Jornadas Jurídicas de Sarria, unas jornadas que comenzó un magistrado del Tribunal Supremo, Román García Varela, fallecido hace ya más de diez años y que, con su hijo, vengo codirigiendo. Han sido un éxito hasta tal punto que el CGPJ ha suscrito un convenio con el Ayuntamiento de Sarria para convertirlas en curso de formación para jueces y magistrados. Además, a través del Consello de Cultura Galega, estamos tratando de mejorar y adaptar determinadas figuras del derecho civil gallego a la realidad actual.
Una etapa que ha cerrado con un emotivo homenaje “entre amigos”.
Un grupo de amigos entre los que se encontraban alumnos, compañeros de universidad, colaboradores en mi estudio jurídico… Tuvieron la idea de hacerme un pequeño homenaje y yo creo que el homenaje se lo tenía que hacer a ellos porque, aunque yo les he aportado mucho, ellos también me han enseñado mucho a mí. Ha sido un acto inolvidable.
Cinco décadas como jurista, 48 años como docente en la Universidad Complutense, 42 como letrado, miembro de la Real Academia Galega de Xurisprudencia e Lexislación… Una amplia trayectoria desarrollada en Madrid pero usted nunca dejó de pensar en Galicia.
En la Universidad Complutense de Madrid, nada más llegar e impartir las primeras clases en octubre del 1981, toda mi ilusión era retornar a Santiago. Incluso me habían propuesto para ocupar algún cargo y yo siempre decía que quería volver a Santiago. Es verdad que no tengo ninguna queja de Madrid. Es una ciudad acogedora que brinda una gran oportunidad que es la superespecialización como ha sido mi caso en el mundo la propiedad industrial, la competencia real y la publicidad. Eso en Galicia no me hubiese resultado posible.
Pese a su jubilación, va a seguir como presidente de Asociación de Juristas Gallegos en Madrid (Iurisgama), organización que dirige desde hace más de 20 años.
De momento continuaremos. También puedo decir con orgullo que ya hemos publicado una primera obra que se titula Ilustres Xuristas Galegos y que en estos momentos está saliendo de la imprenta la segunda edición. Confiamos que en el mes de abril podamos hacer una presentación en Santiago y en la Casa de Galicia, en Madrid.
¿Qué opinión tienen en la capital de los juristas gallegos?
Es de una alta consideración, un gran respeto y una alta estima.
Su especialidad siempre ha sido el derecho mercantil, concretamente todo aquello relacionado con las patentes. China es el primer país en cuanto a número de solicitudes, pero quienes mejor las aprovechan son las empresas de EEUU. ¿En qué lugar quedan España y Galicia?
España, por desgracia, no es un país de muchas invenciones que se traduzcan en patentes en estos momentos. Quizá todavía padecemos aquella frase del profesor Unamuno, el “que inventen ellos”. No, tenemos que inventar nosotros. Se ha mejorado a la hora de solicitud de patentes, pero no es lo mismo cantidad que calidad, y luego hay que ver cuantas patentes son objeto de explotación empresarial y son económicamente rentables. Junto a las patentes, mi especialidad ha sido siempre la de propiedad industrial donde están las marcas. Aquí, en Galicia, tenemos marcas muy famosas valoradas en millones y millones de euros o de dólares y que Galicia, en ese sentido, está mejor que en el mundo de las patentes.
¿Hay trasvase de patentes de universidades a empresas?
Sí. Últimamente estamos viendo que hay cada vez más trasvase del mundo universitario a las empresas. Hoy en día en el sector químico-farmacéutico, en el sector de la biotecnología y en el sector de la nanotecnología, y hablo por los conocimientos que yo tengo de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), aumenta el número de solicitudes de patentes y aumenta también el número de patentes en explotación a través de las correspondientes licencias con empresas que tratan de llevar esa invención al mercado para que todos nos podamos beneficiar de esos nuevos fármacos o de esos nuevos medicamentos.
Cataluña lidera en este sentido. ¿Y Galicia?
Es verdad. Cataluña tiene una vieja tradición. Era y sigue siendo la comunidad autónoma española que presenta más solicitudes de patentes. Galicia no está en un buen lugar, pero dentro de Galicia yo me atrevería a decir que Santiago, gracias al mundo universitario y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, podría ocupar los primeros lugares y ayudar a superar a otras comunidades autónomas, aunque lo ideal sería estar en el primer puesto. Si muchos investigadores que tenemos fuera de Galicia pudiesen ser captados para venir aquí, podríamos ser número uno en patentes.
¿Aquí en España son conscientes los gobiernos, las empresas, las instituciones de la importancia de una patente? ¿Entienden el peligro de que suponen no patentar?
Empezamos a serlo. Hasta hace unos años, muy pocas empresas acudían a la oficina española de patentes y marcas a solicitar una patente para proteger el invento que habían desarrollado. La pandemia ha hecho que las empresas sean conscientes de la necesidad de investigar e innovar y, sobre todo, los resultados que eso implica para la empresa, porque al final son más beneficios y, por lo tanto, el crecimiento de la empresa en todos los sentidos. Desde esa perspectiva, está cambiando la mentalidad, porque incluso la pequeña y mediana empresa, que es la que más abunda en España, comienza a solicitar patentes. Si se continúa en esa línea, podemos dar un paso de gigante para situarnos en la cima del mundo de la investigación. La investigación genera riqueza. Se pierde mucho por no patentar. De modo que a mí me gustaría, en ese sentido, que en la USC, que fue pionera en los estudios jurídicos de propiedad industrial debido a la creación en el año 1974 del Instituto de Derecho Industrial –ya desaparecido– y la revista Atos de Derecho Industrial gracias al profesor Fernández-Nóvoa, que algún día se pueda crear una cátedra de propiedad industrial, que lleve el nombre de Carlos Fernández-Nóvoa, donde se puedan dirigir tesis doctorales en este sector, donde se continúe manteniendo y ampliando la magnífica biblioteca que existe en esta universidad sobre propiedad industrial, una de las tres primeras de Europa y donde podamos exportar nuestros conocimientos a Hispanoamérica.
Tengo entendido que quiere ponerla en marcha el próximo año.
Es una idea que fluye en la mente, pero hay que superar muchos obstáculos.
Hemos hablado mucho de empresas y equipos de investigación pero, ¿dónde queda la figura del inventor individual? ¿Ha desaparecido?
Sí. Es verdad que en los siglos XIX y XX, en España, tuvimos grandes inventores individuales: Juan de la Cierva, Narciso Monturiol, Isaac Peral… Hoy en día, el mundo de la tecnología, el mundo de la medicina, de los productos químicos y farmacéuticos exigen grandes equipos y eso hace que, en la actualidad haya cuatro, cinco e, incluso, seis inventores que figuran como coinventores de una patente de invención. Tampoco digo que no pueda haber alguna excepción muy puntual, pero sería muy raro.
Usted también ha creado varias denominaciones jurídicas como la “exageración publicitaria”, alguna también en alemán.
Tuve la fortuna en 1974 de elegir un tema para mi tesis doctoral que fue el de la publicidad de tono excluyente y era una figura desconocida en España, lo cual me obligó a estudiar el idioma alemán para poder hacer un estudio comparativo de derecho alemán y español y, por ser de los primeros, tuve la ocasión de traducir una palabra alemana muy extensa que la traduje por “publicidad de tono excluyente”. Cuando yo comencé a estudiar alemán, esa palabra no figuraba en los diccionarios jurídicos y mi sorpresa es que hace ya algunos años he visto como esta palabra aparece con la traducción de “publicidad de tono excluyente”. Me imagino que habrán tenido en cuenta esta traducción que yo efectué y lo mismo pues ha sucedido con el término “exageración publicitaria”, que no figuraba en los visionarios jurídicos alemanes y que actualmente figura. Es un motivo de satisfacción ver que las personas del mundo jurídico podemos a portar para que la sociedad sea mejor y evolucione.
He oído que va a ingresar en la Academia Xacobea.
Me siento muy honrado de que me hayan nombrado académico y confío que, en un plazo de dos meses, pueda ingresar en la misma con un discurso del que me siento también muy satisfecho, porque pertenece a mi especialidad y versa sobre los actos desleales frente a los peregrinos recogidos en el Códice Calixtino. Han pasado 800 años, pero el peregrino, al igual que hoy el consumidor, eran objeto de determinados actos de engaño o de prácticas comerciales agresivas como dice la ley de competencia desleal y que, curiosamente, se llevaban a cabo en el Santiago medieval.
Por último, dígame un sueño.
Volver a ver en la USC una cátedra dedicada a la propiedad industrial y que se mantuviese de manera permanente para que Santiago siga siendo ese faro del que hablaba Castelao, ese faro que irradiaba sabiduría para todo el mundo y, en este caso, irradiar sabiduría para el mundo de la propiedad industrial.