«‘Lleva mucho cuidado y no pierdas el autobús para que puedas volver…’ Fue la última conversación que tuve con mi hermano. Recuerdo que eran las cuatro de la tarde y que iba en el autobús de camino al barrio de La Macarena (Sevilla) y me había mandado un vídeo, con un filtro, tipo TikTok. Me dio un escalofrío, como un nervio, cuando lo recibí«, reconstruye Alba, su hermana. «Tristeza, ganas de llorar… no sé». Fue un presentimiento, describe hoy. «Sí, no te preocupes… Pásalo bien». Fue la última conversación que tuvo con su hermano. No volvió a coger el teléfono. Desapareció horas después.
«Desde que mi hermano llegó a España en noviembre de 2021, no solía salir nunca los fines de semana. Ese hizo una excepción. Fue a un bar a celebrar un cumpleaños y desapareció»
Se llama Jose Bismarck Jarquin, aunque en casa lo llaman Chepito. Chepe es en Nicaragua, su país de origen, como Pepe lo es a José aquí. «Mi hermano, desde que llegó a España en noviembre de 2021, no solía salir nunca los fines de semana», describe Alba. Era cuidador y ordeñador de ovejas en una finca en El Viso del Alcor (Sevilla). «Libraba un fin de semana al mes, pero se quedaba a trabajar». Su objetivo: ahorrar para volver a su país -tenía pensado hacerlo en diciembre- con su esposa y sus hijos. Tiene 3.
«Ese fin de semana hizo una excepción», revive su hermana. «Era el cumpleaños de la novia de un compañero…». Chepe salió. «Pásalo bien… Lo siguiente que recibí fue la alerta: ¿Sabes algo de tu hermano? No ha llegado al trabajo». Su presentimiento se hizo real.
Sin dejar huella, sin decir adiós, y sin haber vuelto a dar señales, su rastro se perdió aquella noche, la madrugada del 21 de mayo de 2023. Su foto aparece en los más de 2.500 carteles que hay repartidos por Sevilla y alrededores: «Desaparecido, nicaragüense, 38 años, si alguien tiene información…». Nadie ha contactado para dar el mínimo dato. «No sabemos nada, seguimos como el primer día». Alba es la voz de la búsqueda de Chepito. Junto a CASO ABIERTO, reconstruye lo andado. La primera parada la hace aquella fatídica noche, diez meses atrás.
Cumpleaños en el bar
Dos bares: Mezcla Latina y La Morena. Ambos en Sevilla, están próximos, los separan unos seis minutos andando entre sí. «Se sabe que mi hermano estuvo en el primero hasta las nueve de la noche». Al segundo, La Morena, llegó después. Tres capturas de una cámara del local, a las que ha accedido este medio, confirman que sobre las 00:45 horas Chepe seguía allí. Es lo último que se tiene de él. Su rastro se pierde aquí.
A partir de esta foto todo se distorsiona. «Y no hay más». Chepe parece hablar con un hombre, cin camiseta negra, que incluso le abraza en alguna ocasión. «No sabíamos quién era», explica su hermana. Buscó, preguntó y consiguió localizarlo. «Conseguí su teléfono». Ayudó poco. «Dijo que él se fue al cuarto de baño y que cuando salió mi hermano ya no estaba allí«.
Su amigo, con el que Chepito había salido de la finca, su compañero, tampoco sabía nada de él. En un punto de la noche se habían separado. «A las 0:13 horas Chepe le envió dos Whatsapps con dos contactos. Uno era el del taxista que solía llevarlos de vuelta a El Viso del Alcor si pasaba la hora del último autobús. El otro teléfono es de una persona que a día de hoy no sabemos quién es, vive en Mallorca, dice». Se lo dimos a la policía, «dicen que no ha aportado nada a la desaparición».
El compañero de Chepe regresó solo a la finca. El cumpleaños se había acabado, mañana tocaba trabajar. A las diez de la mañana del domingo llamó a Alba diciéndole que su hermano no estaba. Ella, instalada en Badajoz, fue inmediatamente a Sevilla. Buscaría día y noche, sin cese, sin descanso y sin volver casa, durante dos meses, sin parar.
El teléfono encendido
«Recuerdo que me puse muy nerviosa, mi hermano no había faltado ni un día a trabajar», reconstruye Alba. Ese mismo domingo se interpuso la denuncia por desaparición. «El rastro de mi hermano se pierde en el bar», le diría a los agentes. Allí fue la mujer. «Sí, había estado allí, pero nadie parfecía haberle visto salir….». Alba informó a los agentes, «nunca había hecho nada así, tampoco era una persona que perdiera la consciencia por beber…». Nadie aporta datos, pero hay, afirma Alba, una cámara que apunta a la puerta. «Yo la había visto, había estado allí, si la miraban podríamos saber cómo sale mi hermano, si lo hace solo o, directamente, si sale del bar… porque no sabemos ni si salió de ahí».
«Si hay algo, le informaremos». Nunca hubo más. «Empecé a llamar y llamar a su teléfono». Sin respuesta, aunque estaba encendido, daba señal. «Al poco se apagó, pero sobre el mediodía lo volvieron a encender…», revive Alba. «Así estuvo tres semanas. Un par de veces me contestaron, no solo me daba señal«, cuenta la mujer. «Descolgaban y yo le decía: ¡hermano! Estamos preocupados, dinos algo… y colgaban sin hablar».
El teléfono de Chepe lo tenía un grupo de personas, inmigrantes, que aseguraron que lo habían encontrado cerca de la puerta de Urgencias del Hospital Virgen Macarena
«Si el teléfono estaba encendido, era fácil llegar a él», pensó Alba. «La policía podía encontrarlo rastreando el terminal». La orden judicial llegó tres meses después. «El teléfono ya estaba apagado… Los agentes dicen que lo tenían unas personas extranjeras», lamenta Alba. «No me dieron más datos, solo que eran también inmigrantes y que no tenían nada que ver con la desaparición«. Alba duda. «Cuando descolgaban les hablaba de la desaparición y nunca ayudaron, no dijeron nada, no sé».
El terminal, aseguran, «lo habían encontrado cerca de la zona de urgencias del Hospital Universitario Virgen Macarena«, que no está lejos de los bares donde Chepe estuvo antes de desaparecer. Alba solicitó a la policía acceder a las cámaras de la zona. «Me dijeron que solo hay cámaras en el centro…». Insistió en otras, las del bar, petición que había hecho desde el arranque de la investigación. «No las tenemos ni la vamos a tener, pasó el tiempo y se borraron». Se esfumaron las esperanzas. «¿Con quién salió Chepito? ¿Salió del bar? No teníamos nada ya».
«Lo tenemos secuestrado»
Batieron, preguntaron, pegaron carteles. A más de ocho mil kilómetros de distancia llegó la noticia:»mis padres, su esposa, sus hijos…Todos afirmaron lo mismo: no es voluntario, Chepe no se iría así». Junto con una asociación de nicaragüenses, «que me ayudaron muchísimo, batimos pueblos, ríos… ya no sé». Nunca hallaron indicio, pista o dato que lleve a él.
«Solo hubo dos llamadas», al inicio, unas dos semanas después de desaparecer. «Era un grupo con acento extranjero». Alba se detiene, toma aire: «tenemos a su hermano secuestrado, decían…», otra pausa, «y que si no le dábamos una cantidad de dinero lo iban a matar, lo iban a echar al mar…«.
Hablaron de 10.000 euros primero y, en 24 horas, otros 20.000. Le mostró todo a la policía. «Fue la única vez que sentí que se activaba de verdad la búsqueda de mi hermano, fue lo que hizo que el juez geolocalizara su teléfono hallado junto al hospital». Pronto llegó la respuesta policial: «Son unos niños que estaban bromeando…«, de nuevo, «no tiene nada que ver con la desaparición«. Alba, que grabó la llamada, duda, «a mí no me parece la voz de un niño, la verdad». No voliveron a llamarla más.
Vuelta a casa por Navidad
«Esto puede ser una marcha voluntaria», recuerda Alba que le dijo un agente. «Mi hermano no actuaría así». Me preguntaron si tenía problemas o alguna enfermedad mental. «Nada, es una persona normal». Se agotó la búsqueda, «creo que dejaron de buscar».
«No tenía enemigos», cuenta Alba, al contrario, disfrutaba ayudando a los demás. Amante del baile, «estaba feliz y, además, con ilusión porque le quedaban unos meses para volver a casa, a nuestro país«. Había conseguido ahorrar y en meses -siete- volvía a casa, por Navidad.
Chepe no regresó. No está allí, tampoco aquí. Todos le esperan y buscan, aunque «a veces», se duele su hermana, «creo que busco sola… Siento que no tenemos apoyo porque somos extranjeros…«. Alba se seca las lágrimas. Duele, no poco, pero no hay tiempo que perder. «Si alguien puede ayudarme… Si vio algo…». Vuelve a tomar aire. «Tengo fe y esperanza». Es lo que la mueve. «Sí, tengo fe».