En la previa del encuentro, Víctor Fernández había reclamado más valentía y un mayor atrevimiento a sus jugadores. Después de dos partidos sin apenas nada delicioso que echarse a la boca, tan exquisita a lo largo de toda su carrera, el entrenador quería que lo que se viera en La Romareda fuese un Real Zaragoza más a imagen y semejanza de su figura y su prestigio. Al ataque, con un carácter más ofensivo y una querencia natural y clara por buscar la portería contraria. Para ello juntó a Bakis y Azón en el once inicial.
Eso es lo que ocurrió en los primeros 15 minutos. El equipo entró muy despierto en el partido y aprovechó la hora de menos en Canarias para comerle el terreno a un Tenerife aletargado y poco concentrado en la ejecución de los controles y los pases. Con el rival bostezando, el Zaragoza le puso electricidad a la tarde y volcó un gran caudal de energía en el campo. Iván Azón lanzó el primer aviso en el minuto 2, peleando bien y eligiendo mal en el final de la acción. Fue el preámbulo del 1-0, marcado por Francés a la salida de un córner. El central se acomodó el balón con el pecho y lo mandó a la escuadra de Soriano con un zurdazo cogido a bote pronto. Un gol de bandera, técnicamente perfecto.
El equipo mantuvo la intensidad y su buena puesta en escena. Maikel Mesa hizo el 2-0, anulado por el VAR por fuera de juego. El Real Zaragoza merecía lo que tenía y se parecía a lo que el aficionado espera de un equipo de Víctor Fernández. Valiente y atrevido. El plan marchaba sobre ruedas. Para que funcionara por completo, hacían falta pocas distracciones atrás. Empezó a haberlas. Primero con una mala cesión de Mouriño, luego con un balón a la espalda de los centrales para Roberto López. Edgar Badía hizo su trabajo en las dos acciones, pero las dudas generaron inseguridad. Así, con otro balón a la espalda de Francés, fue como el Tenerife empató con un buen gol de Ángel.
Al mejor momento del Tenerife y al peor del Zaragoza, el equipo respondió con un contragolpe de libro nacido en un toque sutil y de calidad de Bakis, que será lo que más desapercibido pase de la acción, una carrera vertical y en conducción de Toni Moya y una estupenda definición de Iván Azón con la diestra justo antes del descanso. A la vuelta, el equipo entró con el mismo colmillo, tanta o más hambre y una gran eficacia, el peso que decantó la balanza. Maikel Mesa remató el encuentro con una volea preciosa en el minuto 48.
A la tercera fue la vencida. Esta vez sí, el Zaragoza se pareció a un Zaragoza de Víctor Fernández. Pasaron cosas en el estadio. Muchas buenas y algunas para el olvido, como las consesiones atrás, especialmente los errores groseros de Mouriño o de Jair que bien pudieron amargar una tarde dulce. Hubo electricidad y energía en el césped, también la vocación ofensiva que esta ciudad le demanda a su equipo, hubo goles, todos de bellísima factura, efectividad y diversión. Por fin sonó un poco de rock n’roll en La Romareda.