La retención de líquidos es uno de los problemas de salud más extendidos y que, en ocasiones, no resulta fácil de diagnosticar por el gran número de tejidos en los que se puede producir. Denominada en términos médicos hidropesía o edema, es la hinchazón provocada por la acumulación de líquidos, fundamentalmente agua, en los tejidos del organismo y además, nos impide adelgazar.
Ahora que se acerca el verano y empezamos a prestar más atención a nuestra figura, debemos saber que la retención de líquidos es juntamente con la dieta y el sedentarismo uno de los factores fundamentales que más contribuyen a que aumente nuestro volumen y ganemos peso. En este sentido, la retención de líquidos tiene efectos visibles tanto en la báscula como en el espejo. Esto es así porque aunque el cuerpo humano regula de manera constante los niveles de líquidos que hay en el organismo, cuando no lo hace de forma correcta o existe un exceso de agua se rompe el equilibro de nuestro organismo y se produce la llamada retención de líquidos.
Cuando esto ocurre, este líquido se acumula en el espacio que existe entre las células, dando como resultado un aumento del peso y la hinchazón de varias partes del cuerpo como manos, tobillos, muslos, el vientre…
¿Cómo se produce la retención de líquidos?
La retención de líquidos ocurre cuando hay un desequilibrio entre las fuerzas que regulan el paso del agua en el cuerpo: intracelular (dentro de las células), intravascular (en los vasos sanguíneos) e intravesical (en el tejido alrededor de las células).
Cuando los vasos sanguíneos o linfáticos vierten muchos líquidos sobre los tejidos, éstos quedan atrapados en los tejidos, provocando la inflamación de la zona en que ocurre, como las piernas, tobillos, abdomen u otras partes del cuerpo.
Ante un problema de retención de líquidos, lo primero que hay que controlar es la alimentación. Es básico reducir el consumo de sal y aumentar el de potasio que se encuentra en frutas y verduras, y mantiene el equilibrio hídrico del organismo. Para evitar retenciones se debe de:
1. Beber dos litros de líquido al día, siendo el té verde un gran aliado porque es un diurético natural; así como las infusiones de cola de caballo e hinojo y poniendo especial cuidado en algunas agua minerales que tienen un alto contenido en sodio, es decir, sal.
2. Llevar una dieta baja en sal, olvidando los embutidos, los quesos, las conservas, los frutos secos y las palomitas.
3. Hay que comer alimentos diuréticos como la piña, melón, sandía, perejil, nísperos, berenjena, calabacín, cebolla, pera, manzana, apio, jengibre o alcachofas.
4. La dieta debe de tener suficientes proteínas porque cuando faltan, se reduce la producción de albúmia y se acumula líquido entre los tejidos.
5. Los complementos nutricionales ayudan a drenar, siendo muy recomendables para esta afección el potasio, el magnesio, el té verde, el Ginko Boloba, el castaño de indias, las antocianidinas, extracto de corteza de pino o de pepitas de uva.