Como si de un hongo se tratase, la corrupción de toda la vida -la de las comisiones, los cochazos y los favores ‘bien agradecidos’-, ha encontrado en la sombra del fútbol las condiciones perfectas para crecer. Un parásito que ha sabido aprovecharse, como ya hizo décadas atrás, del prestigio social, los contactos y, sobre todo, los miles de millones de euros que mueve el deporte rey en España para su propio beneficio.
Esto se ha reflejado durante los últimos dos años en que prácticamente todas las nuevas presuntas tramas de corrupción o bien tocan indirectamente al fútbol —como le sucede, por ejemplo, al caso Koldo y su comisionista, que es presidente del Zamora e intentó comprar varios clubes antes—, o nacen directamente de él, como sucede con el caso Negreira o con todos los frentes que Luis Rubiales tiene abiertos en la justicia.
Del beso a las comisiones
Más allá de lo sucedido con el beso no consentido a Jenni Hermoso, una presunta agresión sexual que será juzgada tras haber sido investigada en la Audiencia Nacional, el ya expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) quizá sea el exponente más claro de cómo se habrían corrompido presuntamente algunas de las personas con más poder dentro de un sector milmillonario. En España, según un reciente informe de KPMG, el fútbol mueve cada año más de 18.350 millones de euros y genera casi 200.000 empleos.
Desde el Juzgado de Instrucción número 4 de Majadahonda, Madrid, se están investigando todas las presuntas irregularidades que se fraguaron bajo el mandato de Rubiales, con especial atención a los contratos que llevaron la Supercopa de España a Arabia Saudí y a si entonces se cometieron delitos de administración desleal y corrupción en los negocios.
Según sostiene la investigación encabezada por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, la UCO, Luis Rubiales habría ayudado a Gerard Piqué, uno de los futbolistas de la selección más importantes de las dos últimas décadas, a conseguir comisiones millonarias por trasladar la competición al páis árabe.
La semana pasada, la UCO llevó a cabo varios registros en diferentes puntos de España y detuvo a varias personas relacionadas con el expresidente, que, según apuntarían las últimas pesquisas, podría haberse llevado comisiones por adjudicar tareas de reforma del estadio de La Cartuja a empresas afines como Gruconsa.
Esta nueva vía de investigación se une, sin embargo, a otras muchas incógnitas que está intentando resolver la jueza que instruye el llamado caso Supercopa y que lo que pretende fundamentalmente es desentrañar cómo gestionó Rubiales el dinero de la Federación y qué se hizo con unos fondos que sirvieron, por ejemplo, para pagar una fiesta del presidente y sus amigos con mujeres en Salobreña o para ir a Nueva York supuestamente para ver a una amante.
El caso Negreira, un golpe en las entrañas del fútbol
La sombra de la corrupción no se ciñe, sin embargo, únicamente a lo que hizo en los despachos el que era el máximo representante del fútbol español.
A principios del año pasado, la Guardia Civil también dio a conocer otra investigación en marcha que ponía el foco en los presuntos pagos millonarios que habrían realizado varios presidentes del Fútbol Club Barcelona a José María Enríquez Negreira, entonces vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA). Una institución que, de hecho, también depende de la Real Federación Española de Fútbol.
En este caso, sin embargo, no se relaciona de ninguna forma a Luis Rubiales con lo sucedido, ya que los pagos de alrededor de 7,6 millones de euros, creen los investigadores, se fraccionaron durante al menos 17 años y fueron directamente de las arcas del club al bolsillo de Negreira.
A pesar de que el FC Barcelona sostiene que esas transferencias se realizaron por labores de ‘scouting’, el juez que está instruyendo el caso mantiene imputado al club por un presunto delito de cohecho al entender que con esos pagos lo que buscaban sus dirigentes era influir en los árbitros y obtener réditos deportivos.
Por lo sucedido entonces, Negreira, su hijo, tres directivos y dos expresidentes del conjunto culé como son Sandro Rosell y Josep María Bartomeu están imputados por delitos de cohecho, administración desleal, corrupción en los negocios y falsedad en documento mercantil.
Joan Laporta y Joan Gaspart, por su parte, no están imputados por estos presuntos delitos porque en el caso de haberse cometido habrían prescrito, pero el juez Joaquín Aguirre sí que les imputó a finales del año pasado por un posible delito de soborno.
El comisionista del caso Koldo
El fútbol, sin embargo, no solo es un lugar donde se fragua la corrupción, sino que también la atrae. Víctor de Aldama, el comisionista del caso Koldo, una trama de presunta compraventa irregular de mascarillas que involucraría a empresarios y políticos del más alto nivel, intentó comprar varios equipos hasta que se hizo con el Zamora CF.
Desde las oficinas de ese club, a las que llegaba, supuestamente, en un Ferrari que ha sido embargado en el marco de este proceso, Aldama habría manejado múltiples intereses: desde su puesto como cónsul honorario de Georgia, del que ya ha sido cesado, hasta la trama por la que ahora se encuentra imputado como comisionista.
Según se ha sabido por la investigación, Aldama habría pedido supuestamente favores al entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos, para que posase con la camiseta del club, para que Correos sacase un sello conmemorativo con el centenario del Zamora y para que intermediara con Luis Rubiales para intentar que el club ascendiese a Segunda División B. La plaza se la acabó quedando, sin embargo, el Andorra, equipo propiedad de Gerard Piqué.
La relación del empresario madrileño con el club ya habría estado viciada desde el inicio, ya que Aldama, que también habría intentado comprar el Xerez, el Córdoba y el Móstoles, se habría hecho presuntamente con la mayor parte de las acciones del Zamora gracias a 1,3 millones de euros obtenidos de mordidas de los contratos de compraventa de mascarillas.