En apenas 24 horas, la Policía Nacional resolvió el macabro crimen del descuartizador de La Felguera. Lo que podría haber sido una película de terror tanto para investigadores como para vecinos quedó desentrañado, en poco tiempo y tras una rápida reacción, como una historia de desencuentros protagonizada por dos seres desgraciados a los que la droga destrozó la vida. Uno, la víctima, Santos Conrado, de 71 años, que arrastraba su carro con bombona de oxígeno para poder moverse con libertad tras haber salido de la cárcel. El otro, su verdugo, Javier R. E., de 58 años, que camina con muletas y también viejo «amigo» de la Policía por su adicción a los estupefacientes, un superviviente de la época dura de la heroína.