By any means necessary, un pensamiento que la cultura pop se imagina en una camiseta, pero que fue parte de un discurso de El-Hajj Malik El-Shabazz -más conocido como Malcolm X-, que a su vez provenía del filósofo Frantz Fanon, y también fue masticada por Jean-Paul Sartre. Pero esta idea de hacer ‘lo que sea preciso’ no sólo es una frase resultona, la podemos pensar en términos de movimientos organizados de personas normales que luchan por hacer cosas imposibles a los ojos del rebaño. Albert Camus fue un claro exponente del porqué vale la alegría esa lucha, más allá de la absurdidad mágica de la vida, un día la tienes, otro la pierdes. Una vieja historia, y para algunos despierta el argumento de aquella icónica película de Ken Loach titulada “Tierra y Libertad”, que a su vez bebía de “Homenaje a Cataluña”, el libro de George Orwell, en el cual el autor describe su experiencia en la Guerra Civil española, como voluntario en el contingente internacional del Partido Laborista Independiente. En resumen, todos repetimos moldes e ideas, y a veces algunos se revelan y buscan opciones diferentes, no siempre basadas en la sacrosanta propiedad o dinero como medida del éxito como sociedad.
Kristen Ghodsee es profesora de estudios de Rusia y Europa del Este y miembro del Grupo de Graduados en Antropología de la Universidad de Pensilvania y en este libro hace un repaso de dos mil años de utopías crujientes, algunas tan estrafalarias que cuesta imaginarse que puedan resucitarse. Pero no es tan raro, tras décadas de apisonadoras ideológicas, cada cierto tiempo surgen soñadores que reivindican otro presente y se ponen manos a la obra. Y también hay cínicos, listillos, negacionistas y sabandijas, pero hoy nos centraremos en los de imaginación fértil y acción decidida.
Como dice Ghodsee: «Desde una perspectiva evolutiva, somos los hijos de los soñadores. Somos los hijos de los hijos de los hijos de aquéllos que vivían en una tribu en un valle y dijeron: ‘Deberíamos irnos a otro sitio en busca de más agua y comida’. Quizá la mayoría les dijera: ‘Es una idea terrible, deberíamos quedarnos, ya conocemos este lugar y es seguro’. Pero esos cuantos decidieron que lo mejor era intentarlo de todas formas, y probablemente fueron ellos los que sobrevivieron».
“Utopías cotidianas. Lo que dos mil años de experimentos pueden enseñarnos sobre vivir bien” nos enseña una aventura de intrepidez y experimentación cotidiana, y no todo es del pasado, hay muchas utopías en movimiento, obviamente, no sólo hay algoritmos publicitarios, series de estreno y tartamudeante inteligencia artificial: el ser humano es sorprendente y lo seguirá siendo (hay excepciones, tampoco hay que ser iluso).
La autora por medio de este libro nos alfabetiza acerca de lo mucho que se puede transformar en la esfera doméstica cuando se nada contra la corriente cultural dominante. El aburrido modelo turbocapitalista nos ofrece un mercado “amplio” de opciones de vida, pero no es amplio, es más bien limitado, pues la vida va por otros derroteros, mucho más elementales, desnudos y sencillos. Tyler Durden, el personaje imaginado por Chuck Palahniuk en Fight Club, no para de recordarlo entre mamporros y explosivos: “No somos nuestro trabajo. No somos nuestra cuenta corriente. No somos el coche que tenemos. No somos el contenido de nuestra cartera. No somos nuestros pantalones. Somos la mierda cantante y danzante del mundo.”
La cotidianidad como núcleo de curvatura, como piedra filosofal, como madre del cordero. Para Kristen la utopía sencilla y diaria te permite frenar las inercias totalitaristas, y cuando ves que hay transformaciones más duraderas en el tiempo que algunos tópicos de activismo público (sin desmerecerlos, obviamente) es cuando debes replantearte si efectivamente alguien te obliga a seguir las modas estúpidas, las tendencias y tanta bobería autocomplaciente. Nos sobra tecnología, ego, narcisismo y miedo. Nos falta generosidad, valor y ganas de luchar. Ghodsee lo dice muy clarito: «cada avance social remite a unos pocos individuos que tuvieron una idea descabellada y a los que otros después acabaron siguiendo. Por supuesto, algunos se quedaron por el camino, pero en general la historia del progreso humano habla de las personas que se atrevieron a hacer algo diferente. La esperanza es una emoción y una capacidad cognitiva que debemos ejercitar y cultivar».
Ante todo, el pensamiento utópico es una vacuna contra la resignación y la impotencia, contra el nihilismo del postureo y la ignorancia cínica. Para Kristen Ghodsee las utopías aplicadas plantan cara a los grandes problemas con soluciones locales: hay cuatro grandes crisis en el mundo, la primera es la climática (ante esta deberíamos ser radicalmente contundentes, pero lo dejamos para los demás, estamos muy ocupados…), la segunda es la desigualdad (para esta deberíamos revisar el valor del dinero y del tiempo, de nuestro limitado tiempo), la tercera es la epidemia de soledad no deseada (algo que las estadísticas muestran), y la cuarta es la de los cuidados (todos seremos dependientes en algún momento del ciclo vital).
Primero hay que concebir lo inconcebible, es decir hacer prospectiva (pues diagnosticar lo que va mal ya lo hacen muchos observatorios de sostenibilidad y sucedáneos), es hora de las soluciones, por la vida, por el futuro de nuestros hijos, por todos los medios necesarios. En la crisis ecosocial vigente un nuevo modo de crianza puede marcar la pauta y cambiarlo todo. Que dejes ya de ir en coche puede cambiar tu vida, pedalea y sé feliz. Si se sigues repitiendo el mantra habitual, obtendremos lo mismo, pero con más presión climática y menos materias primas. Lector, tu tiempo es valioso, no lo desperdicies en estupideces. Haz algo que mejore el mundo, no sólo tu mundo o tu metro cuadrado. No basta separar la basura. No basta quejarse o denunciar. No basta tener dos doctorados o herencia. Debes entrar en contacto con el futuro y como plantean Mark Fisher y Ernst Bloch vestirte con un “optimismo militante”. Te lo digo, pues ignoras si mañana vas a estar vapuleado por un mala salud de hierro, unos marcadores tumorales o una inspección de hacienda. No empieces mañana, empieza hoy, con corazón y amabilidad por la vida y los demás.
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