Han pasado cuatro meses desde que Alberto Núñez Feijóo diseñó una recomposición interna que afectaba a Génova y a los grupos parlamentarios. La decisión de mayor calado fue llevar al que había sido su mano derecha en el PP gallego y en su desembarco en Madrid, Miguel Tellado, a la portavocía del Congreso. Hasta ese momento su perfil era sobre todo orgánico, de fontanería pura y dura. Aunque en Galicia insistían en que el de Ferrol “podría sorprender como parlamentario” en el grupo la mayoría dudaba de que pudiera ser la voz del primer partido de la Cámara. El argumento que se repetía era el de que el líder nacional no podía prescindir de su principal escudero en la organización de los territorios.