“Decir que la vanguardia ha muerto es una traición a la lucha para cambiar el mundo”. La cita es de Antoni Tàpies y hace referencia a ese papel trasformador del arte que tomó fuerza en el arranque del siglo XX, con las vanguardias rebelándose contra el academicismo, empujando los límites establecidos y desafiando las normas.
En cada uno de los movimientos vanguardistas, (el impresionismo, el cubismo, el futurismo, el expresionismo, el dadaísmo…) el creador inventa nuevos lenguajes artísticos y se permite la libertad de experimentar. Eran tiempos difíciles, tiempos de cambio y Europa se convirtió entonces en el punto de referencia del mundo del arte.
Hoy, un siglo después, en plena revolución digital, los países de nuestro entorno trazan su camino hacia un futuro que viene de la mano de la innovación, la tecnología y una nueva manera de convivir con la naturaleza y el entorno. El planeta vive de nuevo una profunda transformación y el universo del arte vuelve a forzar sus costuras, indagando nuevas formas de expresarse sin ataduras ni estrecheces para derribar las últimas fronteras del arte: las del tiempo, las del espacio, las que separaban a la obra del espectador. Y en esa nueva vuelta de tuerca, Occidente mira hacia Japón.