«Esto no son las lágrimas de San Pedro, es un verdadero disgusto». Aunque muchos temían que la procesión de San Pedro no pudiese salir porque llovía «a jarraos», finalmente la cofradía del apóstol pudo recorrer las calles avilesinas sin mayores problemas, si acaso con la molestia del frío reinante. La procesión, repleta de niños y jóvenes que están en catecismo o realizando la confirmación, salió a las 20.35 horas de la calle de Rivero en dirección al Ayuntamiento.
Durante los momentos previos se mascaba la tensión. «¿Mora, saldremos o habrá que cancelar?» era la pregunta más repetida. El móvil del hermano mayor, Carlos Fernández Mora, no paraba de sonar con llamadas de personas preocupadas. Y es que, minutos antes de arrancar la procesión, la calle Rivero estaba encharcada, prueba del gran chaparrón que cayó sobre Avilés. «Estoy seguro que vamos a salir», aseguraba confiado Mora, que en su móvil tenía un radar que hablaba a las claras: a las 20.15 horas se iban a ir las nubes. Dicho y hecho. «Siempre nos pasa que antes de empezar llueve. Son las lágrimas de San Pedro, solo que este año creo que tuvo un disgusto mayúsculo», bromeaba.
Una de las máximas de la cofradía de Rivero es que todo el mundo es bienvenido. Lejos de los formalismos de otras agrupaciones, la de San Pedro se esmera especialmente en cumplir la ilusión de los más pequeños. Por eso se la conoce como «la cofradía de los rapacinos». Prueba de ello es que, en los prolegómenos de la procesión, decenas de niños llenaban el local de la cofradía, nerviosos ante la inminencia de la salida . Uno de los que mejor se lo pasaba era Edgar Pereira, un niño con autismo que desfiló cogidola mano del hermano mayor. «Lo importante es que ellos estén a gusto. Dentro de un orden lógico, está claro, pero queremos que ellos se lo pasen bien», apuntaba Mora. Por eso su cofradía es la que cuenta con más jóvenes desde los seis hasta los quince años; además de la cuota de personas adultas.
Muchos de los benjamines aprovechan que están realizando el catecismo o la confirmación para participar en la Semana Santa. «Este es mi segundo año y estoy un pelín nervioso», indicaba Izan Pérez, que con la ayuda de su madre trataba de vestirse para salir a la procesión. El niño, de seis años, era el portador de las baquetas, por si sus compañeros de la banda de tambores sufrían algún percance. «Es un día muy especial, participar en procesiones como esta hace mucha ilusión», añadía.
Y, tras amainar el temporal, San Pedro pudo recorrer las calles avilesinas. El retumbar de los tambores fue la señal que todos esperaban para salir, paraguas en mano, de sus casas y presenciar la procesión, que recorrió las calles de Rivero, El Parche, La Ferrería, Camposagrado y San Bernardo. Y es que, aunque el berrinche de San Pedro hiciese dudar a los más incrédulos, nunca llovió que no escampase.
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