Sala 12 del Museo del Prado.

     Los pigmentos de las obras de arte se degradan debido a la exposición a la luz, a la humedad y demás factores ambientales. En los museos hay una especie de cuadro médico que toma muestras de las pinturas para analizarlas como el que hace una biopsia. En función de sus resultados, algunas piezas son enviadas al departamento de restauración, donde se interviene en las partes dañadas. Como es lógico, no hay pigmento perenne: todos sufren la erosión del tiempo, todos envejecen del mismo modo que envejece el soporte (tela, madera, etc.) sobre el que se han aplicado o los materiales que sirvieron de bastidor.