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La brecha digital de pago no es cosa de mayores ni de zonas despobladas

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El Banco Central Europeo defiende el uso del efectivo y su coexistencia con los medios digitales. El supervisor señala que el 59% de los ciudadanos de la Eurozona realiza, de media, una transacción al día con efectivo. De esta manera, el organismo entiende que debe protegerlo, pero a la vez potenciar el uso de los medios digitales, ya que ese porcentaje ha caído en tres años 13 puntos básicos. Además, el 20% de los ciudadanos de la zona euro no dispone de una tarjeta de crédito o débito ni de una cuenta bancaria. 

Esta es una de las conclusiones a las que ha llegado el Banco Central Europeo (BCE) con su informe “¿Hay brecha digital en los métodos de pago? Entendiendo por qué el efectivo sigue siendo importante”. En la investigación, en la que han participado 40.000 adultos de 17 países diferentes, se descubre que el 8,6% asegura no disponer de una tarjeta de crédito o débito; el 12% afirma no contar con una cuenta bancaria, y el 1,2% con ninguna de las dos. 

A pesar de lo que se pueda pensar, el estudio del BCE muestra que no hay muchas diferencias demográficas ni sociales entre las personas más digitalizadas y menos. “Una comparación de comportamientos relacionados con el efectivo revela más similitudes que diferencias entre personas con y sin tarjetas o cuentas, aunque se espera que estas últimas tengan una mayor preferencia por el efectivo”, explican los autores de la investigación

Pero ¿podemos vincular la falta de tarjetas o cuentas a un perfil demográfico concreto? “No existe una división absoluta en las características sociodemográficas”, aseguran en el estudio. Sin embargo, sí que han visto brechas notables en la educación financiera y las habilidades digitales. Por ejemplo, el 18% de las personas sin herramientas de pago digitales obtienen ingresos elevados (definidos como más de 3.000 euros mensuales) en comparación con el 31% del resto de la población. Y si bien los niveles de educación son relativamente cercanos, con un promedio de 13,4 años de educación para el grupo menos digitalizado frente a 13,8 años de educación para los demás, hay una proporción menor de personas con un título universitario sin tarjetas ni cuentas. 

Si bien porcentajes muy similares de ambos grupos viven en zonas urbanas, quienes no tienen tarjetas o cuentas tienden a ser más jóvenes (el 25% de las personas entre 18 y 30 años frente al 15% de sus homólogos de mayor edad), lo que indica que el grupo menos digitalizado es más joven: “Esto podría deberse a que las personas más jóvenes (a menudo estudiantes o personas que comienzan sus carreras) dependen del apoyo familiar o aún están ganando independencia financiera, lo que afecta su propiedad de herramientas de pago digitales”.

Las diferencias se vuelven más pronunciadas en la educación financiera, donde solo el 12% de las personas menos digitalizadas tienen inversiones financieras, en comparación con el 28% de la población en general, y se observa un patrón similar con los fondos de pensiones. Esta tendencia se extiende a los indicadores de habilidades digitales: el 78% del grupo menos digitalizado utiliza Internet a diario, menos que el 87% de la población general que lo hace, y existe una brecha mayor en la banca en línea, con un 41% frente a un 64% respectivamente. 

Por lo tanto, la evidencia muestra que las personas que tienen al menos una herramienta de pago digital (ya sean tarjetas o cuentas) son un grupo diverso, lo que demuestra que no existe un perfil único para todos. Este grupo incluye personas más jóvenes, en su mayoría urbanas, que tienden a usar más efectivo en promedio, así como personas con niveles más bajos de conocimientos financieros y digitales. “La diversidad de este grupo socava la idea de que la digitalización da como resultado un segmento homogéneo y marginado, presentando un panorama que dista mucho de ser una marcada brecha digital”, apuntan en la investigación.

Otra de las conclusiones que sacan en el estudio es que la mayoría de la gente que solo usa efectivo lo hace por elección personal más que las limitaciones externas o la disponibilidad de herramientas de pagos digitales en la zona euro. 

La mitad de las personas menos digitalizadas afirman seguir utilizando efectivo tanto como antes de la pandemia, y casi un tercio incluso ha aumentado su uso, lo que indica una persistencia significativa de los hábitos de uso del efectivo. La pandemia alteró significativamente los hábitos financieros y brindó una oportunidad única para observar cómo las personas cambian de comportamiento cuando cambian las condiciones. 

Normalmente, el comportamiento cambia desde dentro, de forma gradual y sutil, impulsado por preferencias personales, como empezar a utilizar nuevas herramientas de pago en determinadas circunstancias por conveniencia. Sin embargo, shocks externos (o exógenos) como la pandemia a menudo precipitan cambios abruptos en el comportamiento, ofreciendo una ventana clara para comprender la rigidez de ciertos hábitos. 

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