Añoramos, cada vez más, los tiempos en los que en política se debatía y pesaban las ideas sobre los insultos y el intelecto sobre las puestas en escena cavernarias. La altura del debate político actual, son sus salidas de tono y el consabido «y tú más», es una cosechadora de desapego y de cansancio para los ciudadanos que cada vez entienden menos a los políticos. De hecho, en muchos casos, ni consideran tener nada en común con ellos. Esta es la triste realidad política actual y comprendo a mis vecinos cuando afirman no entender que quienes gobiernan empleen su tiempo y energías en tapar los escándalos que les persiguen. Pero y… ¿El problema del acceso a la vivienda de los más jóvenes? ¿Y el paro? ¿Y las ayudas a nuestra industria cerámica? ¿Y el plan de regeneración de nuestra costa? ¿Y las justas demandas de nuestros agricultores y ganaderos? ¿Y las infraestructuras que necesitamos para ser competitivos y nunca llegan? Parece que hay otras prioridades.
Cuando los políticos hartan a los ciudadanos se produce un cortocircuito. Los inteligentes españoles dejan de prestarles atención y les niegan credibilidad. En los últimos meses parece que ha subido el ruido y ha descendido el sentido común y, eso, los ciudadanos no lo toleran.
En este escenario, en muchas ocasiones, la política local se transforma en un pequeño bálsamo. La proximidad a los problemas reales de los vecinos nos confiere a los simples concejales de pueblo una tabla de salvación y un enganche a la realidad que deja poco espacio para los debates estériles. Seguridad, limpieza, buen planeamiento urbano, iluminación, servicios sociales de calidad, ocio, deporte, cultura y un largo etcétera no admiten juegos de magia ni intentos de despiste.
Es una suerte vivir la política local porque es la única capaz de reconciliarte con la gestión de lo público, la única capaz de hacerte ver la trascendencia de tus decisiones, la única que te pone los pies en tierra y te hace respetar la confianza que otras personas te han dado en una urna. Un concejal de pueblo que todos los días comparte su vida con sus vecinos es una fuente inagotable de sensatez y pragmatismo.
Cuando se convierte en un ejercicio de paciencia seguir la crónica política en la televisión o la radio es que nos deslizamos hacía cuotas de crispación inasumibles. Estaría bien dirigir la vista hacía los humildes concejales de pueblo que cada día dedican su tiempo a mejorar la vida de sus vecinos. Cuando el ruido sea ensordecedor pensemos en aquellos que trabajan gratia et amore por los demás. Lo digo de primera mano: me acompañan en mi equipo concejales que se desviven. Reivindico el valor de lo local frente al ruido. Devolvamos el debate político a la sensatez o los ciudadanos nos harán una merecida moción de censura.
Alcaldesa de Onda