Los adolescentes trans no podrán acceder a los fármacos para frenar la pubertad en Inglaterra a partir de abril. Así lo ha comunicado el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) a través de un documento en el que se pone en duda la efectividad de estos medicamentos, utilizados hasta ahora para retrasar el desarrollo hormonal del cuerpo –incluido el crecimiento de los pechos, en el caso de las mujeres, o del vello facial en el de los hombres– en los menores de 18 años. “Hemos llegado a la conclusión de que no hay pruebas suficientes que respalden la seguridad o la eficacia clínica de las PSH [Hormonas Supresoras de la Pubertad] para que el tratamiento esté disponible de forma rutinaria en este momento”, explica el texto.
El Gobierno conservador británico ha aplaudido esta decisión, a pesar de que el mismo documento señala que la disforia de género puede ser más angustiosa en la adolescencia debido al desarrollo de características del cuerpo asociadas al sexo masculino y femenino. “Los jóvenes con incongruencia de género pueden acudir a los servicios de salud con una serie de dificultades asociadas. Algunos ejemplos son el acoso escolar, las depresiones, las autolesiones o los pensamientos suicidas”, alerta el texto. La secretaria de Estado de Salud, Maria Caulfield, ha celebrado el fin de la prescripción de estos medicamentos y ha reconocido que la atención “debe basarse en la evidencia, la opinión clínica de los expertos y en el bienestar de los niños”. A partir de ahora su uso solo estará permitido para ensayos clínicos.
Nuevas recomendaciones
La decisión del NHS forma parte de una evaluación más amplia realizada por la expresidenta del Royal College of Paediatrics and Child Health (Real Colegio de Pediatras y Salud Infantil) Hilary Cass. En su informe preliminar, publicado en 2022, la doctora estableció una serie de recomendaciones para mejorar los servicios relacionados con la identidad de género entre los niños y adolescentes, entre los cuales está el cierre del único centro médico especializado en esta materia en Inglaterra, ubicado en el Tavistock Centre de Londres, y su sustitución por nuevas unidades repartidas por hospitales de todo el país. El principal objetivo es ofrecer una respuesta más eficaz a la creciente demanda y un enfoque más “holístico” de los tratamientos, con especial interés en el apoyo psicológico y social.
Pero la apertura de los nuevos centros, prevista para principios de abril, ha estado marcada por la polémica. La falta de consenso sobre la naturaleza de la disforia de género y sobre la respuesta clínica más adecuada para tratarla provocó la dimisión, el pasado enero, de al menos cuatro de los profesionales encargados de redactar el nuevo programa de formación de los equipos médicos, quienes defendían el uso de las hormonas supresoras de la pubertad.
Colectivos LGTBI+
Las principales organizaciones de defensa de los derechos LGTBI+ también han criticado el fin del uso de estos medicamentos. Una de ellas, Mermaids, señala en su página web que los bloqueadores de la pubertad son una opción sanitaria “segura, reversible” y reconocida internacionalmente durante décadas, además de prestar un importante complemento para la estabilidad psicológica de los adolescentes. “Los bloqueantes de la pubertad permiten a un joven considerar sus opciones mientras explora su identidad de género, además de aliviar la angustia de la disforia de género”, explica la organización.
A pesar de las críticas, las organizaciones LGTB+ sí se han mostrado favorables al cierre del Servicio de Desarrollo de Género e Identidad del Tavistock Centre (conocido como Gids, por sus siglas en inglés), fundado en 1989. El centro ha sido incapaz de gestionar la elevada lista de espera, que no ha hecho más que crecer en los últimos años: cerca de 3.500 pacientes fueron derivados a este centro en 2022, frente a los 210 de 2012, según datos de la misma institución. En la actualidad, tan solo cerca de un centenar de personas están recibiendo estos tratamientos, los cuales no se verán afectados por la prohibición.
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