El fútbol es un estado de ánimo. A veces, como anoche, son todos a la vez. En poco más de 90 minutos te da para reír, llorar, indignarte… Tienes tiempo de sobra para sufrir, gritar airado, protestar inclemente contra todos los estamentos, los de dentro del club y los de fuera. Es tan intenso que te haces mayor sin enterarte y no caes en la cuenta hasta que el espejo te lo escupe a la cara cuando llegas a casa y no sabes por qué te han salido canas hasta en el bigote.