A veces, la vida nos sorprende con un golpe de realidad cuando menos lo esperamos. Que se lo digan a Manuel Daza. Este profesor de educación primaria se dio cuenta de que algo no iba bien en su cuerpo y decidió hacerse unas pruebas médicas. Los resultados llegaron antes de lo esperado y confirmaron sus sospechas. A sus 31 años, le diagnosticaron cáncer de testículos. Lejos de rendirse, consiguió superarse y convertirse en todo un ejemplo de fortaleza para sus alumnos.

En aquel momento, Manuel era profesor en un colegio de Madrid y, además, ejercía como tutor de la clase de 4º de primaria. Estaba muy volcado en sus alumnos, así que antes de recibir la llamada inesperada, preparaba los apuntes de Ciencias Naturales para la lección del día siguiente:Era viernes, no se me olvida, y yo tenía clase por la tarde. A eso de las dos de tarde recibí la llamada y, aunque había pedido la tarde en el trabajo, para evadirme, me fui al colegio a dar clase. Lo hice para evadirme. Lo que sientes es que quieres salir corriendo, no quieres aceptar, mi actitud era de un niño”.

«No me quise dar de baja por ellos»

Imagina cómo tuvo que ser para este joven, con toda su vida por delante, descubrir que tenía cáncer y que debían operarle. Lo que hizo él fue refugiarse en su trabajo. Asistía cada día a sus consultas y terapias, pero nunca dejó de impartir clase. La enseñanza era su principal motivación para seguir adelante y, no solo eso, sino que siempre tenía una sonrisa para los niños. Ellos, sin saberlo, se convirtieron en su mayor apoyo: “No sabían nada y ellos han sido uno de mis principales pilares y refugio. No me quise dar de baja por ellos. Cuando me daban un abrazo, al final se me olvidaba”.