«Estamos buscando a mi hermana Andrea«, arranca el llamamiento de Carrie, «no tenemos noticias, está desaparecida desde enero. Por favor, si alguien la ha visto, que se ponga en contacto con nosotros», ruega de nuevo, «compartan este anuncio por redes sociales».
Carrie busca a su hermana desde miles de kilómetros de distancia, desde Estados Unidos, por lo que la búsqueda, la impotencia y la incertidumbre, se hace más dolorosa si cabe. «Desde el 18 de enero de este año no sabemos nada de ella», explica a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica, «y no es algo normal en ella».
Se llama Andrea Carolina Cuadros, tiene 32 años, es de Venezuela, aunque ha recorrido gran parte del mapa. A España llegó hace poco más de un año. Se instaló en Madrid, con su padre, aunque los últimos tres meses vivía en Móstoles con su novio. Discutieron, dice él, lo dejaron. «Creemos que ha podido pasarle algo… y estamos asustadas», explica Carrie. Sin noticias, sin llamadas, sin actualización alguna en sus redes, «mi hermana tiene una hija de 11 años y es la primera vez que no ha contactado con ella, ni siquiera por su cumpleaños».
Un foto extraña
«La alerta saltó con una publicación. Era una cosa rara, una especie de foto de un camello… no sé explicarlo», retrocede Carrie, «pero nos dio la impresión de que mi hermana estaba secuestrada«. La sospecha, el miedo, cogió forma, «no había forma de contactar con mi hermana».
Andrea, Andy, llegó a Madrid «hace poco más de un año». El objetivo: encontrar una vida mejor para, de ese modo, ofrecérsela a su hija. «En España vive el padre de Andrea, con quien vivió hasta hace unos meses». No funcionó, explica Carrie, «tuvieron una relación difícil y ella tuvo que irse de su casa».
Mi hermana adora a su hija, ha sido el cumpleaños de la niña y no ha contactado con ella, es imposible que Andrea actúe así voluntariamente»
Móstoles fue su siguiente parada. Andrea comenzó a vivir con un chico hace tres meses en esa casa. «Y es lo que sabemos», resume su hermana, «que estaba viviendo con su novio… y, de repente, no volvimos a saber de ella».
Sin más datos, Carrie, intentando encontrar la clave, retrocede a comienzos de año. «Mi hermana y su novio habían tenido una discusión un par de semanas antes de desaparecer. De hecho, ella ‘desapareció’ un fin de semana, no contestaba… pero regresó. Me llamó el 18 de enero y esa fue la última vez que hablé con ella».
Búsqueda a distancia
Sin llamadas, sin mensajes, sin respuestas. Andrea no estaba. La ansiedad y el miedo se apoderaron de Carrie, del resto de hermanas, sobrinas. Hay miles de kilómetros de distancia. «Un amigo que tenemos en Galicia acudió a la policía». Los agentes le recibieron, este les contó el caso. «Le dijeron que era posible que Andrea no quisiera hablar con la familia y que su marcha fuera voluntaria. A mí no me parece que ese sea el caso», lamenta Carrie, «pero…».
La ausencia decidida, voluntaria, sería la mejor de las opciones que barajan. «Que haya conocido a alguien y se haya ido con esa persona…». Pero su familia no cree que sea el caso: «es imposible que mi hermana actúe así, ella adora a su hija, ha sido el cumpleaños de la niña… mi hermana me ha dicho infinidad de veces lo que quiere y extraña a su hija».
Marcha voluntaria. La investigación llegó hasta ahí. «No hemos podido personarnos en el caso porque no estamos en España». Arrancó, de este modo, la búsqueda familiar. Las preguntas, las pesquisas, «todo a distancia».
La primera persona a la que recurrieron fue al novio con el que Andrea vívía. «Nos dijo que mi hermana ya no vivía allí. Que se había ido con un nuevo novio…». Vuelta al punto de inicio: marcha voluntaria.
«Ojalá sí… pero me cuesta creer que mi hermana desconecte de todos», resume Carrie. «Él nos dio un nombre: Ángel». Les cuesta creerlo. «Nuestra madre murió el año pasado, antes de que mi hermana viajara a España, y yo sé que Andrea sufría por eso… Es decir, hablábamos, estábamos unidas y no es normal su distancia, su silencio».
Sin despedidas
La mujer vuelve a aquel 18 de enero, a aquella llamada. La última conversación que tienen las dos hace dos meses. Transcurrió con normalidad, sin alertas, sin despedidas. «Andrea estaba bien, analizando ahora que ha pasado esto… quizá la encontré un poco callada«. No tomaba medicación, no tenía ninguna enfermedad y, aparentemente, no tenía ningún problema.
Su foto se comparte por redes sociales, un reclamo y un grito: si alguien la ha visto, si alguien sabe algo, por favor, ayúdennos a encontrarla. «Un nuevo novio…». No les cuadra. «La búsqueda es muy dolorosa, frustante, porque desde lejos no podemos hacer nada», lamenta su hermana.
«No creemos que tenga teléfono porque no ha contactado a nadie ni ha puesto nada en Facebook o Instagram»
Andrea, amante de la música, de los restaurantes, los bares, la comida, «especialmente la peruana». Muy fan de su gente, sus amigos, de divertirse, ir al bar, hablar y reír a carcajadas. Una pasión: la moda. No todo fue fácil, pero siempre ha sido una luchadora. Siempre cerca de los suyos, con el teléfono en la mano ya que, en su caso, las redes sociales la conectaban con su casa.
«No creemos que tenga teléfono porque no ha contactado a nadie, ni ha puesto nada en Facebook o Instagram desde aquella publicación extraña». La mente de Carrie, de su familia, no para, «¿Y si en verdad está secuestrada? ¿Y si alguien le ha hecho daño?». De nuevo, el dolor: «no sé como, pero necesitamos encontrarla».
Desde Estados Unidos, desde Venezuela y desde España, Andrea no lo sabe, pero un batallón de gente la busca sin descanso. Carrie aprovecha estas líneas para pedir ayuda: «si alguien sabe algo…» y también para hablarle a ella por si en realidad -aunque lo duda- fuera una desaparición voluntaria. «Solo queremos que esté bien».