Pilar vive con uno de los dolores más silenciosos e invisibles que existen: el de la soledad no deseada. Tiene 78 años y está prácticamente ciega, pero un día a la semana recibe la luz que necesita.
Ella es Adriana, una chica que la acompaña a pasear por el barrio en el que vive. Juntas van a comer, a tomar batidos, a charlar durante horas… y ella le ha devuelto a Pilar la ilusión y la compañía que más anhelaba.
«No te puedes imaginar lo que es la soledad un día y otro día», ha asegurado Pilar que, cada vez que suena el telefonillo, recupera la sonrisa. El resto de días, se aferra con fuerza a la emoción de que llegue su cita semanal.
Mientras tanto, los libros en braille, la radio y la televisión se convierten en su familia, porque gestionar la soledad es todo un reto, pero gracias al apoyo de personas como Adriana a Pilar le han devuelto la ilusión y, lo más importante, las ganas de seguir hacia delante.
Pilar se quedó sola en 2020 porque su hermana falleció por el coronavirus y, aunque no se veían todos los días, sí hablaban tres veces cada día. «En poco tiempo se me fue», ha explicado.
Fue gracias a los voluntarios que ha salido de una mala situación. «Si no me hubieran sacado, no sé si habría salido», ha dicho. Ella es la pequeña de las dos partes de la familia, entonces sus primas son muy mayores.
Pilar ve muy poco y se apaña como puede en el día a día, en los que está más entretenida por las mañanas porque limpia un poco, hace la comida, se echa la siesta y procura leer braille.
En Y ahora Sonsoles hemos hablado además con Adri, algo que le ha hecho mucha ilusión. «Somos amigas desde la pandemia», ha contado. Juntas van a pasear los lunes y hablan muy a menudo por teléfono.