El presidente de Francia, Emmanuel Macron. / Julien Mattia/Le Pictorium via Z / DPA

Francia fue el primer país occidental que vio declinar el modelo parlamentario que se puso en marcha tras la Segunda Guerra Mundial, en el que competía generalmente una derecha democrática con una izquierda socialdemócrata o democristiana, y en el que las demás opciones —comunistas, radicales, neonazis— eran minorías poco relevantes. El primer aviso de que se tambaleaba el modelo de la Quinta República legado por el general De Gaulle se produjo en las elecciones presidenciales 2002, cuando, en lugar de pasar a la segunda vuelta un candidato conservador y otro progresista, como había sucedido por última vez en 1995 —se enfrentaron entonces el conservador Jacques Chirac, que logró la victoria con el 52,6% de los votos, y el socialista Lionel Jospin—, midieron sus fuerzas Jacques Chirac y el ultraderechista Jean Marie Le Pen; el socialista Jospin quedo relegado a la tercera posición en la primera vuelta, y por tanto excluido de la segunda. La sociedad francesa, horrorizada, se volcó entonces en apoyo del candidato democrático, por lo que Chirac venció al ultra Le Pen con un abrumador 82,2% de los votos, lo que significó que prácticamente toda la izquierda había votado a Chirac.