Poco después de que el president Pere Aragonès reclamase una financiación singular para Catalunya, que según su modelo debería ser parecida a la de Euskadi al suponer la gestión de “todos los impuestos generados” en la comunidad autónoma, el Gobierno central ha enfriado la propuesta. Lo ha hecho, eso sí, con buenas palabras, evitando cargar contra el dirigente de ERC, porque el Ejecutivo necesita a los republicanos en cada votación del Congreso y la precampaña catalana, con elecciones el próximo 12 de mayo, obliga también a hacer equilibrios para no espantar a una parte del electorado potencial del PSC.