Un cadáver aparece en una playa del Mediterráneo. Y una inspectora de gran reputación pero de personalidad conflictiva se encarga del caso. La lectura está servida. La playa de los narcisos (Algaida Editores, 2024), de la autora de origen jumillano Mado Martínez, ya está en librerías. Tras consagrar toda su carrera literaria al fantástico, esta es su primera incursión en el género negro; dice que era la propia historia la que se lo pedía. Pero que nadie se piense que esto solo va de resolver un crimen…
Alicantina, de origen jumillano y que vive en Colombia…
Y se te ha olvidado decir que también pasé unos años viviendo en el Reino Unido… [Risas]. Porque esta alicantina, borracha y fina, como reza el dicho –y a pesar de no beber alcohol–, se ha recorrido los bares de medio mundo, pero recuerdo especialmente el Bar Delfín de Jumilla, donde pasé todos los fines de semana de mi infancia, donde me tomaba un bombón descafeinado con mi tío Juan. Y recuerdo las Feria del Vino y los fuegos artificiales en el Castillo, que veíamos desde el terrado de la casa de mi abuela Dolores, en la calle Gracia. Pero todavía voy todos los años a Jumilla, ¿eh? Y una cosa más te voy a confesar: el mejor chocolate con churros del mundo se come en el kiosko que hay frente al mercado.
Pero ahora está al otro lado del charco. Y no sé hasta qué punto es una frivolidad preguntarle esto, pero… Colombia pasa por ser uno de los países más violentos del mundo, ¿hasta qué punto puede llegar a influir eso a una novelista como usted?
Colombia es un país maravillosos, aunque es cierto que ha sufrido décadas de violencia por diversos temas, desde el Bogotano a la actualidad, pasando por la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico… Sin embargo, también es un país lleno de gente extraordinaria, amable, hospitalaria, que desea dejar atrás el pasado y construir un futuro de paz. Además, es la tierra de Gabriel García Márquez, mi escritor favorito, y del realismo mágico, que es lo que verdaderamente me inspira mucho a la hora de escribir.
Se lo preguntaba, más bien, porque La playa de los narcisos es su primera novela negra.
Me encanta el género fantástico y sé que voy a seguir cultivándolo, pero como escritora y guionista soy muy ‘heteroflexible’, si me permites la palabra. Digamos que es la historia la que me lleva a mí; me usa para que la escriba. Y yo me dejo poseer, como un médium, para canalizar lo que los personajes tienen que vivir a través de la escritura. Es casi ritual.
¿Hay mucha diferencia entre escribir novela fantástica y noir?
El género fantástico narra una realidad cotidiana a través de la cual se desliza un elemento bizarro, inquietante, cuanto menos sorprendente; mientras que la novela negra es realista. Siempre he dicho que el género fantástico es más complejo, porque tienes que ‘inventar’ otras realidades lo suficientemente creíbles, pero también tiene mucho potencial, porque te permite jugar con mundos imposibles pero posibles, y eso le sirve al lector reflexionar en otros niveles, e incluso para soñar con un mundo mejor, o temer un futuro distópico. Tiene un público más minoritario, aunque muy fiel, y en España, que no es un país con mucha tradición en el género, cuesta darle el estatus que merece y pocas veces una historia de este tipo se alza con un premio de prestigio. Triunfan más otros como la novela negra, aunque el reto aquí también es importante…
¿Y cuál es?
El reto de escribir novela negra reside en saber llevar al lector en ese baile de máscaras confuso, enigmático y sensual de la investigación criminal.
Más allá de que actualmente pueda estar en otro continente, esta historia ha querido ambientarla en el Mediterráneo; que, por otro lado, tengo la sensación de que cada vez es un escenario más común dentro de la novela negra. ¿Por qué cree que esto es así?
Bueno, yo empecé a escribir esta novela viviendo todavía en Alicante, y pasé varios años reescribiendo y puliendo sentada frente al mar; concretamente, frente a la Playa del Pinet, que es uno de los escenarios de esta historia.
Por otro lado, el noir mediterráneo es un subgénero interesante, porque cuenta historias muy negras en una atmósfera muy luminosa, plagada de elementos que hacen referencia al estilo de vida idílico del levante español, a la amistad, la terracita… Y ese contraste es brutal, y funciona muy bien, nos saca de las manidas tinieblas y nos muestra que la oscuridad es otro sol.
¿Y en su caso particular? ¿Algún motivo más para situar su historia aquí (por morriña, por conocimiento del escenario, etc.)?
Todo eso. Amo el Mediterráneo, lo conozco, lo respiro, lo necesito y lo echo de menos.
No obstante, y lo deja claro desde el mismo título, lo que mueve esta historia (además del hallazgo de un cadáver) es… el narcisismo; en concreto, el de la inspectora protagonista. ¿Qué es lo que le interesa de este trastorno?
Del trastorno de personalidad narcisista me interesó, en un primer momento, tratar de entender el comportamiento de ciertas personas; más que nada, por una cuestión de superviviencia. Es importante visibilizarlo porque tarde o temprano te puedes encontrar con alguien así, y si tienes algunas nociones, a lo mejor puedes salir huyendo antes de que te enganchen.
Los narcisistas son personas que viven de tu adoración, que te necesitan para brillar aunque eso suponga apagar tu luz. Y la inspectora Estela Muñoz es una mujer brillante, sagaz, irónica, guapa, inteligente, seductora, con buena reputación…, pero tiene esa cosa. Y está tratando de descubrir la identidad del cadáver que ha aparecido en la playa, aunque durante la investigación a quien acabamos descubriendo verdaderamente es a ella.
Esta historia deja bastante a las claras hasta qué punto el narcisismo no acaba afectando solo a quien lo ‘sufre’, sino también a su entorno.
El narcisista sufre porque tiene un tremendo vacío en su interior que necesita saciar con un suministro de autoestima constante; autoestima que es el que exige a los demás, por eso los seduce. Pero cuando tiene que invertir demasiada energía en mantener esa relación, desecha a esa otra persona como un juguete del que se cansa, y solo vuelve a él cuando lo necesita o para comprobar que sigue funcionando si le da cuerda. El narcisista deja tras de sí un rastro de cadáveres emocionales: parejas, compañeros…
Pero, a veces, esa forma de ser que ella tiene, tan perjudicial para el resto, la ayuda a hacer bien su trabajo. Y este es un perfil que vemos cada vez con más frecuencia en las novelas, en las series, en las películas… ¿Qué tienen los narcisistas (o los sociópatas) que tanto nos atraen como público?
Lo que los hace atractivos es su poder de seducción, más que nada, porque lo que vemos de ellos es la imagen que se inventan de sí mismos, de su grandiosidad, de su éxito, su aura especial… Mantener esa imagen requiere adoradores que la confirmen; de lo contrario, no se sostiene. Nunca vas a ver lo que hay detrás de esa máscara porque no hay nada, están vacíos, pero esa imagen es tan poderosa y se ha trabajado tanto que tú crees que es real, y eso es capaz de mover montañas. Detrás de los gurús de secta (política, espiritual, etc.) hay un narcisista adorado por miles de fanáticos. Y la inspectora Muñoz se pone las medallas del triunfo y echa las culpas a otros pero eso no quita que no sea buena en su trabajo, que de hecho lo es. Y la paradoja consiste en que nunca somos blancos y negros, buenos o malos. Podemos ser nefastos para nuestra familia y héroes para aquellos a quienes hemos salvado la vida.
En este sentido, hay varias cosas que pretende subrayar con esta historia: que el narcisismo es una enfermedad mental; que, efectivamente, trae consigo víctimas que en muchas ocasiones son incapaces de afrontar la situación, y que la sociedad actual alimenta el ego hasta puntos a veces muy próximos a este trastorno narcisista. ¿Tenemos que preocuparnos? Como sociedad, digo.
Como sociedad deberíamos preocuparnos por dos cosas. La primera, que efectivamente las redes sociales alimentan una cultura de la imagen, la del influencer con trillones de seguidores. Y la segunda, porque el sesgo de estas plataformas está fomentando el pensamiento polarizado, de modo que el discurso político (de uno y otro extremo) es populista y basado en el liderazgo carismático, no en las aptitudes reales de ese líder como gestor, sino en su capacidad de apelar a tus emociones, encantarte, seducirte… Eso degrada la política y encumbra a psicópatas y narcisistas. Por no mencionar los riesgos que entraña para la democracia que tales sujetos con complejo de dios y delirios de grandeza mesiánica lleguen al poder…
Y entremedias de todo esto, tenemos un cadáver, que es un poco el que da pie a mostrarnos cómo son realmente cada uno de los personajes implicados en esta historia. Al final, como suele ocurrir en estos casos, ¿el caso es solo una excusa para hablar de algo más profundo como la identidad?
Has dado en el clavo. La playa de los narcisos es una historia dentro de otra historia, y la trama policiaca, una excusa para hablar de la identidad, de la complejidad en las relaciones, para explorar el trastorno narcisista, los límites difusos de la locura (a veces casi como medio de supervivencia) y también para visibilizar injusticias.
Antes decía que el género se lo va determinando la historia mientras escribe, pero… ¿ha disfrutado escribiendo este libro?
He disfrutado, he llorado, he reído, me he vengado, me he burlado, he gritado, he denunciado, he desenmascarado… Pero sobre todo, he exorcizado unos cuantos demonios que llevaba dentro.
Portada del último libro de Madro Martínez, el primero que escribe dentro del género negro.