Todo fue muy bonito. Precioso. El ambiente de las grandes ocasiones, el llenazo en una Romareda que revivió tiempos de gloria con el homenaje a los héroes del Galacticazo o la bienvenida (demasiado sosa, por cierto) a Víctor Fernández. Incluso el enorme atasco en las inmediaciones que provocó que más de uno llegara tarde a la cita que llevaba esperando toda la semana. Será la falta de costumbre, pero había algo distinto en el aire. Lo dicho, precioso. Hasta que empezó el partido, claro. Porque este Zaragoza da para lo que da, que es demasiado poco para que un nuevo entrenador le dé la vuelta como a un calcetín. Y Víctor, que bueno es un rato, no hace milagros. Así que el subidón duró siete minutos. Los que tardó en marcar Puado, al rematar un gran centro desde la izquierda de Oliván, para acentuar esa nostalgia que envolvió a La Romareda.