El Mallorca no tiró la primera parte, pero lo pareció. El problema es que le faltaba mucho más fútbol para hacer daño a un Granada que temblaba cada vez que reculaba. Pero no era suficiente, ni mucho menos, para generar ocasiones de gol claras. Los bermellones abusaban en su intento de buscar el desmarque de Larin o Muriqi al espacio y había muy poca elaboración, con Antonio y Dani algo acelerados a la hora de combinar. Javier Aguirre no tocó nada en la primera mitad, pero se dio cuenta de que debía reaccionar. Pasó del 5-3-2 a un 4-4-2, con la entrada de Morlanes y la retirada de Copete, uno de los centrales. Era un partido para ganar y había que intentarlo.