Hay un pueblo en Sevilla de apenas 600 habitantes que cuenta con paradisíacas cascadas, un paisaje kárstico de cine, un mirador para observar las estrellas declarado por la Unesco como reserva starlight, un puente romano, un templo mudéjar del siglo XV, una vía verde, hasta una playa artificial y un sobrenombre que ya de por sí supone un efectivo reclamo en una provincia conocida universalmente por su clima cálido: la ‘Siberia’ sevillana.