Han supuesto una verdadera revolución, viralizándose en redes como estrellas. Fármacos como Ozempic y Saxenda, agonistas del receptor GLP-1, han dado esperanzas a miles de personas con problemas de obesidad que no lograban bajar de peso de ninguna otra forma. En Tiktok, por ejemplo, hay infinidad de ejemplos de gente mostrando con orgullo su antes y después gracias a los pinchazos (ambos medicamentos son inyectables).

En la otra cara, muchos pacientes denuncian que la pérdida de peso sucede únicamente durante el tratamiento, pues al terminarlo han recuperado los kilos que se fueron. «El daño que ha hecho esto no te lo puedes imaginar», comienza diciendo a EL ESPAÑOL Manuel Martín. Él empezó con Saxenda: «Decidí ir a un endocrino para adelgazar y elegí uno por la foto, porque era un hombre gordo y pensé que iba a haber conexión. Conecté bastante con él y me gustó cómo lo planteó: ‘Cuando nos duele la cabeza tomamos un Ibuprofeno, cuando hemos probado cosas para adelgazar y no han funcionado, tendremos que probar una medicación’».

El tratamiento empezó a hacer efecto y Manuel estaba contento: «Me pedía una tostada y me comía media. Iba en el metro y me mareaba y todo, como cuando vas recién comido en el coche. Le cogí tal asco a la comida, que la primera vez que fui al súper tuve que llamar a mi madre porque al ver los productos me daban asco. En unos seis meses perdí 30 kilos». Los pinchazos con Saxenda, diarios, le costaban unos 250 euros «cada mes y algo». También se apuntó a un gimnasio y empezó a hacer ejercicio regular.

A pesar de la sensación creciente de euforia, una serie de acontecimientos personales trastocaron la rutina de Manuel: «Mi suegra enfermó de cáncer y mi marido tuvo un accidente laboral, y es entonces cuando ves que estos medicamentos son sólo una ayuda porque te tienes que pinchar todos los días y luego rendir cuentas a un médico, pero tu mente tiene que estar preparada para hacer esto. Porque en el momento que se te nubla la mente, vuelves a tus hábitos antiguos. Así que lo que has perdido lo ganas, y si estás en una época mala, incluso ganas más».

Así fue. Manuel dejó el tratamiento, dejó el deporte y recuperó sus 30 kilos, uno tras otro: «Mi mente no había sido reeducada. Me lo dieron como si me dieran paracetamol, pero no me dijeron por qué me dolía la cabeza». Estuvo año y medio sin tomar medidas, al cabo del cual decidió volver a otra consulta, esta vez con una endocrina: «Me recetó directamente Ozempic, sin preguntarme nada más. No me dio explicaciones de por qué ese fármaco y no otro. Yo llevaba una analítica, pero era del reumatólogo, se la enseñé y le valió igualmente aunque no tenía todos los valores necesarios, como la resistencia a la glucosa o la insulina».

Comenzó así con Ozempic, que le salía más barato -en torno a los 120 euros al mes- y, aunque el primer mes perdió seis kilos, después se estancó y decidió abandonar: «No me quitaba las ganas de comer. Dejé de tomarlo porque desconfié». Asegura que la doctora no le dio ninguna pauta que acompañara el tratamiento: «La primera vez me dijeron cosas lógicas, como que redujera la cantidad de comida a un plato de postre. Pero la segunda vez nada, ni dieta ni nada. Es más, le dije que por el momento de mi vida en el que estaba necesitaba que me regañaran si lo había hecho mal, pero me contestó que ella no estaba para regañar a nadie, que ya somos todos mayorcitos. Y me dio las recetas para que fuera subiendo mes a mes sin hacer revisión».

Ante la frustración, Manuel volvió a pagarla con la comida: «Si antes le echaba dos cucharadas de azúcar al café, pues ahora le echaba tres». Y tiene claro por qué no funcionó: «Se receta tan a la ligera que no se busca el origen de por qué se engorda. Yo soy una persona súper nerviosa y creo que lo mío está enfocado por ahí». Ahora no quiere saber nada más de este tipo de fármacos, al menos «en la forma en que se pautan».

Al éxito por el esfuerzo

Raquel Galán tiene un testimonio muy distinto. Ella es un claro caso de éxito logrado con la ayuda de estos fármacos, que asegura le han cambiado por completo la vida. Llegó a pesar 135 kilos que, sumados a una malformación en la espalda que arrastra desde la niñez, le reducían mucho la movilidad: «Le pregunté por Saxenda al médico de la Unidad del Dolor que me veía y él me lo recomendó. Luego se lo pedí a mi doctora de cabecera, que sabía mi historial, y me lo recetó. Yo iba con todo el miedo del mundo, pero a peor ya no iba a ir».

Animada por el éxito que observaba en redes como TikTok, empezó a inyectarse Saxenda una vez por semana. Estuvo un año, y los diez primeros meses perdió 27 kilos: «Luego ya me estanqué y por eso ya el año pasado en diciembre lo dejé, porque además es muy caro. 3.000 euros o más me habré dejado en total».

Raquel perdió 30 kilos gracias a los fármacos y nunca más volvió a recuperarlos.


Raquel perdió 30 kilos gracias a los fármacos y nunca más volvió a recuperarlos.

La diferencia con Manu es, primero, que Raquel no ha recuperado ese peso jamás. Y, segundo, que cambió por completo sus hábitos y los ha mantenido, incluido el deporte constante: «Yo estuve haciendo Pilates de máquina, que me fue genial porque fortaleces los músculos. No hice dieta estricta, pero me quité el azúcar, el pan, de las grasas, el fritoleo… Empecé a comer sano. No hay otra en cualquier dieta que te manden: comer sano y hacer deporte».

Ahora ya no va a Pilates por lo que cuesta, pero lo ha sustituido por otros tipos de ejercicio: «Estoy cogiendo la bici y yendo a caminar, cosas que antes con 135 kilos no podía hacer. Ahora estoy en 110, 108… Imagínate el cambio, de una talla 54 que tenía, ahora estoy en la 48. Y puedo hacer muchas más cosas con mi niña que no podía, nos vamos los tres por ahí en bici, de camping… Era una pena muy grande para mí no poder hacer nada con ella». Aún le gustaría bajar más, pero acepta que quizá su cuerpo haya llegado a un límite.

En todo momento, Raquel ha tenido un seguimiento por parte de su doctora y, aunque espera que no suceda, si vuelve a engordar, haría de nuevo el tratamiento: «Yo sí que lo volvería a hacer, porque pienso en engordar y me da algo. ¡Yo conozco a gente que lo ha recuperado porque se ha puesto púa! Si no le metes caña a tu cuerpo, los milagros no existen. Si hubiera algo milagroso, no habría un solo gordo en el mundo. El deporte y comer sano son fundamentales».

Una buena prescripción, la clave

EL ESPAÑOL ha contactado con Laura Bartolomé, doctora especialista en endocrinología y nutrición de la Clínica IMDA de Madrid, que explica que la eficacia de ambos medicamentos es similar y muy alta: «Lo que ocurre es que a veces se prescriben por profesionales sin experiencia en su manejo. Hay que hacer un aumento de dosis paulatino y quedarse con la dosis mínima eficaz. Así pueden usarse como herramienta, como una ventana de oportunidad para cambiar los hábitos. Los pacientes no adelgazan porque estos fármacos quemen grasas o aumente su gasto energético basal, sólo funcionan porque tratan una de las vías del apetito. Y en eso son súper eficaces».

De este modo, asegura, la dosis ideal es aquella por la que disminuye la ansiedad por la comida sin que desaparezca «el apetito fisiológico», esto es, «cuando desaparecen las ganas de picoteo y aparece una sensación de saciedad con una cantidad adecuada» que permite trabajar con el paciente, ordenar sus horarios y alimentación. «No hace falta tener náuseas ni mucho menos vómitos. Cuando se habla de esos efectos secundarios es porque el paciente está pasado de dosis. Por eso han tenido muy mala prensa, porque se ha hablado de uso sin cambio de hábitos, y eso no sirve de nada. No es que los fármacos tengan efecto rebote».

Ozempic es un análogo del GLP-1 de Novo Nordisk para la diabetes que también reduce el peso corporal.


Ozempic es un análogo del GLP-1 de Novo Nordisk para la diabetes que también reduce el peso corporal.

El período de tratamiento oscila de los tres a los nueve meses, y, como explicaba Raquel, el trabajo de cada paciente junto a su terapeuta debe combinar una serie de factores: «Yo trabajo mucho en la consulta explicando al paciente cómo debe usarse esta herramienta. No puedes comer menos y ya está, hay que hacerlo de una forma ajustada a las necesidad, porque lo que buscamos es mejorar la composición corporal combinando la alimentación con el ejercicio de fuerza. Si solo haces dieta vas a bajar grasa, pero vas a bajar músculo también, y cuando lo dejes, si vuelves a hacer las cosas como antes, recuperas grasa».

La doctora Bartolomé también aclara que no todos los pacientes pueden ser tratados con estos fármacos: «En los que mejor va es en aquellos con ingestas emocionales o incluso atracones. Hay otros que tienen que empezar por otro lado porque quizá haya que tratar otra patología. No sirve para todo el mundo, desde luego, pero ha habido un antes y un después en nuestra profesión. Yo llevo en endocrino desde 2004, y he visto de todo, y fracasábamos en el 95% de los casos hasta que han salido».

Sus sensaciones, afirma, son compartidas en el sector. «De hecho, en congresos de presente y futuro de la obesidad todo pasa por estos fármacos, y eso que estamos en primer escalón, lo que viene va a ser mucho mejor». Además, dice la endocrina, «antes había fármacos que alteraban el estado de ánimo, que te quitaban las ganas de comer, pero también las de vivir», mientras que los actuales «no lo empeoran en absoluto» e incluso algunos estudios dicen que lo puede mejorar. Por último, añade, «tienen efectos positivos a nivel cardiovascular y renal, y bajan por acción directa del fármaco el riesgo de infarto o ictus».